Monday, June 04, 2007

Ellos (2)

‑ Cállate y camina.

La mujer de John ya tenía la comida preparada y se disponía a sentarse en el sillón, cuando vio aparecer a John con Wensi completamente mojado.

‑ ¿Y a ese que le pasó?

‑ Se dio un chapuzón en la fuente ‑respondió John.

‑ ¿En la fuente?

‑ Sí ‑dijo Wensi mostrando sus dientes en una amplia sonrisa.

‑ Yo no le veo la gracia ‑refunfuñó ella‑. Bueno vamos a comer.

Ella observaba detenidamente a Wensi mientras comía, en él no había nada de extraordinario, sólo su voz tan pausada; con aquel deje extraño y aquella entonación casi infantil; también en su mirada había algo extraño, ese brillo de sus ojos le recordaba algo; esa era la mirada de...

‑ Dime Wensi, has comido algo así en tu planeta ‑era la voz de su esposo que venía a interrumpir sus pensamientos.

‑ ELLOS se alimentan a base de frutas y verduras.

‑ ¡Vaya son vegetarianos! ‑exclamó John‑. Óyeme Wensi, tu me dijiste que en tu planeta hay dos especies.

‑ Así es ‑respondió Wensi.

‑ ¿Cómo son esas... esas especies? ‑preguntó John, mostrando gran interés.

‑ ¡Yo soy una!, la otra especie son ELLOS.

‑ Pero... ¿Y cómo son ellos? ‑Preguntó Helen quién también se interesó por el tema.

En los ojos de Wensi apareció ese brillo, ese brillo peculiar, mientras parecía mirar sin ver.

Se hizo un silencio absoluto, ella contemplaba sus ojos, observó como se contraían, y creyó ver una leve sonrisa en el rostro juvenil de Wensi.

‑ Como les decía ELLOS son otra especie, son velludos, tienen un solo ojo en el medio de la frente, en lugar de nariz tienen una enorme trompa; carecen de cuello, la cabeza esta unida al tronco y en lo que sería el pecho les surge una enorme boca poblada de gigantescos colmillos; cuentan de cuatro poderosos brazos que terminan en terribles garras ‑Wensi observo como el rostro de John palidecía. Bueno para que continuar la descripción.

‑ ¡Pero esos son monstruos! ‑exclamo Helen.

‑ Si, así son ELLOS ‑dijo Wensi tranquilamente.

‑ ¿Pero y esos monstruos a usted no le hacen daño? ‑pregunto John.

‑ ¿Quienes ELLOS? Al contrario me protegen. ¡Hay que ver como me cuidan!

‑ Todo eso es muy extraño ‑replicó Helen.

‑ ¿Pero esos monstruos piensan? ‑pegunto Jonh.

‑ ¡Ah, si! Son geniales científicos.

‑ Eso no puede ser ‑dijo ella.

‑ Por que no, en otro planeta las condiciones pueden ser distintas ‑le replico John.

‑ Wensi, se puede saber porque ellos le cuidan tanto ‑ le pregunto Helen en tono irónico.

‑ ¡Ah! ¡Por que yo soy!... Mejor dicho: ¡por que ELLOS son!... Bueno... Es que hay secretos que aun no puedo revelar.

‑ ¿Secretos? Wensi usted es demasiado misterioso. ¿No le parece?

Wensi no dijo nada en lugar de la respuesta apareció aquella enorme sonrisa que mostraba hasta las muelas.

"Este idiota se ríe de cualquier cosa" ‑pensó Helen.

"Que tipo más raro" ‑pensó John.

Transcurrieron varios días, Wensi no hacía más que leer; leía todo: revistas, periódicos; libros de todo tipo, hasta de ajedrez. Se negaba a salir a ninguna parte. Le gustaban mucho los libros de poesía, y lo más asombroso era la rapidez con que leía.

Mientras Wensi leía, John se pasaba todo el día pensando como sacarle provecho al extraterreno; debía ganarse su confianza, saber cuál era su misión en la Tierra y utilizarlo para sus fines. John era dueño de una farmacia y vivía desahogadamente, pero el no era de los que se conformaban con eso; quería más, mucho más; ser alguien, que todos le envidiasen.

Ese día John había salido para la farmacia, Helen estaba acostada en la cama, la puerta del cuarto estaba abierta; ella tenia puesta una bata de casa que le quedaba corta, tenía el cuerpo inclinado hacia la derecha, con las piernas levemente flexionadas mostrando sus muslos desnudos. Wensi hizo su aparición en el cuarto; ella instintivamente fue a cubrirse, pero se detuvo al ver el rostro impasible de Wensi.

‑ ¿Y John donde esta?

Ella estiró las piernas; recordó que cuando joven la habían elegido para modelo, pero ahora con treinta y cinco años, y algunas libras de más; pero así y todo los hombres exclamaban al verla pasar; y, sin embargo, aquel hombre parecía ignorarla.

‑ John esta para la farmacia, vendrá un poco tarde.

Wensi dio la espalda y se alejó. Ella se preguntaba: "¿como es posible que John con lo celoso que es se vaya y me deje sola con este hombre? Claro el cree que es un ser de otro planeta. ¡Que idiota! El siempre ha sido un estúpido, no se como me pude haber casado con él, y ahora se va y me deja con este otro idiota. Ni siquiera se impresiono al verme. ¡Esta muerto!". Se levantó y salió al portal. Allí estaba Wensi contemplando la caída de la tarde. Ella se le acercó lentamente, sentía un extraño vapor y como el corazón le latía más de prisa.

La tarde caía lentamente, anochece, soplaba una suave brisa; arriba una luna blanca navegaba sobre nubes oscuras; más allá las estrellas comenzaban a encenderse.

Ella se detuvo junto a el, Wensi parecía no escuchar nada, tenía la vista fija en el cielo.

Serían las once de la noche cuando llego John.

‑ Hola Wensi, como te sientes.

‑ Muy bien.

Al momento apareció Helen peinándose.

‑ ¿Quieres que te haga café querido?

‑ ¡Claro que si!

Ella desapareció dejando un olor a perfume tras de si.

‑ Wensi yo no me explico como puedes leer tanto.

‑ Es que quiero saber.

‑ ¿Saber que?

‑ Como son ustedes, porque son así, necesito conocerlos.

‑ ¿Eso es parte de tu misión?

‑ Tal vez.

‑ Toma Wensi, esta es para ti; te le eche bastante azúcar ‑le dijo ella en voz baja, casi al oído.

John observó aquella escena, estaba confundido: "¿a que se debía ese cambio? aquí hay algo raro" ‑pensó.

Wensi estaba en la biblioteca leyendo como de costumbre; John se encontraba en la sala con su esposa.

‑ Sabes, Helen, creo que tu tienes razón; este hombre no tiene tipo de ser de otro planeta.

‑ Pues te equivocas es un extraterrestre.

‑ ¿Y como tu lo sabes? ¿Que descubriste? ‑le preguntó John mientras movía las manos nerviosamente.

‑ Todavía no lo se, pero el esta a punto de confesarme algo.

‑ ¡Siii! ‑exclamó John mientras abría los ojos desmesuradamente.

‑ Como me oyes.

‑ Me crees tonto.

‑ ¿No me crees? Entonces dile ahora mismo que se vaya. A mi me da igual. Nunca sabrás cuál era su misión. Tal vez otro más inteligente lo logre...

‑ Helen... Te... Te dijo algo... ¿Tú sabes algo?... ¿Qué me estas ocultando?... ¿Dime?

‑ Aun no, pero se como hacerlo hablar. Confía en mí. Todo parece indicar que es un personaje en su planeta. Alguien muy poderoso, con una misión muy especial, y muy secreta...

‑ Helen, tienes que arrancarle el secreto, tenemos que saber su misión, tenemos que ganarnos su confianza.

‑ Despreocúpate querido, yo se como hacerlo.

A la mañana siguiente, John se levantó más temprano que de costumbre, como siempre Wensi ya estaba de pie.

‑ John, que le parece si damos un paseo.

‑ ¿Sin desayunar?

‑ Desayunamos en la calle replicó Wensi.

Hacia una hermosa mañana, caminaban por el puente bajo el cuál pasaba un caudaloso río; fue entonces cuando se escucharon gritos, alguien pedía auxilio, un grupo de curiosos se aglomeraban junto a la baranda del puente. Wensi y John corrieron junto al grupo y vieron a un hombre que se ahogaba.

‑ ¿Quien es? ‑pregunto John.

‑ Es el negro Tom, seguro que estaba borracho.

‑ Negro y borracho ‑exclamó otro.

Wensi dando un salto pasó por encima de la baranda y extendiendo los brazos penetro de forma vertical en el río, sin apenas chapotear agua.

‑ ¡Que tirada! ‑exclamó alguien.

Poco después Wensi salía a la superficie con el hombre. Ya en la orilla la recostó sobre la hierba; el hombre estaba completamente borracho. Wensi miró a los demás esperando ayuda, todos se fueron alejando lentamente.

‑ John, este hombre necesita ayuda.

‑ Déjalo ahí y vamonos, ya bastante has hecho por él.

‑ ¿Cómo es posible?

Vamos Wensi, no ves que es un negro. Además esta borracho, eso luego se le pasa.

Wensi lo arrastró hasta ponerlo en un lugar seguro, luego se dirigió a John.

‑ Yo no se como ustedes pueden ser así, ELLOS jamás dejarían morir a nadie sea quién sea. Si hubiese sido en mi planeta todos se hubiesen lanzado al agua; allá cada hombre responde por la vida de los demás y la cuida más que la propia; cuando hay alguien en peligro dan la alarma general y todos, aun a riesgo de sus vidas, acuden al lugar. ELLOS no pudieran vivir si alguien muriese por su culpa.

‑ Bueno Wensi, ellos serán así, pero aquí no ocurre igual; aquí cada cuál responde por su vida y cada cuál se las tiene que arreglar sólo. Nadie esta dispuesto a arriesgarse por un negro o por un borracho. ¿Quien lo manda a beber? Ese es su problema, el se lo buscó.

‑ No los entiendo. ¿Como pueden ser así? A ustedes no les importa para nada lo que le suceda a otro.

‑ Mira Wensi, los monstruos o ellos, como tú los llamas, serán muy bondadosos; pero este es otro planeta y se llama Tierra y aquí cada cuál sólo defiende lo suyo, me entiendes: ¡lo suyo!

‑ ¿Lo suyo? No entiendo.

‑ Si, lo que es de uno, lo que nos pertenece, lo que nos atañe.

‑ ¿Y que es lo que les pertenece?

John se llevo ambas manos a la cabeza.

‑ Wensi, pero tu no entiendes nada. Yo tengo mi casa, mi mujer, mi trabajo, mi auto, mis cosas...

‑ Lo que les pertenece, mi... ¡Que interesante! ‑exclamo Wensi.

‑ Tu no entiendes nada, mi es un pronombre. Bah mejor cambiamos el tema.

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