Wednesday, June 06, 2007

Ellos (3)

Wensi respiró aliviado y luego agrego.

‑ Si ya entiendo, el problema es que ELLOS no tienen nada.

‑ ¿Que dices? ‑preguntó John.

‑ No, nunca lo entenderás ‑le dijo Wensi sonriente.

A pesar de la temperatura algo fría y tener la ropa mojada, Wensi parecía no sentir frío alguno.

‑ Wensi que te parece si regresamos; no debes seguir, así mojado, como estas.

‑ Si es mejor volver, con lo que vi hoy me basta.

La mujer de John al ver entrar a Wensi nuevamente empapado exclamó.

‑ Pero, ¡como! ¿Te volviste a bañar en la fuente?

‑ No esta vez se lanzó al río para salvar a un negro.

‑ Mira que tirarse al río por un negro.

Wensi ya se había cambiado de ropa, y ahora ojeaba una revista.

John mientras le contemplaba pensaba: "como podré sacarle el máximo de provecho, esta es una oportunidad que no puedo desperdiciar. Tengo que ganarme su confianza. Ellos deben ser muy poderosos".

‑ Wensi, ¿cuando ellos vendrán a buscarte? ‑preguntó John.

‑ Cuando yo les avise.

‑ Wensi... Por que no le avisas... Sólo para que nos hagan la visita. ¿Tú me entiendes?, es sólo para conocerlos, para compartir... Vaya... Para conversar...

‑ ELLOS, sólo vendrán a recogerme ‑replico Wensi fríamente.

‑ ¿Por qué?

‑ No lo se, yo sólo se que no vendrán a conocer a nadie.

‑ Pero... ¿Por qué?

‑ Por que ELLOS son así ‑respondió Wensi.

‑ ¿Pero qué razón tienen para no querer conocernos? y ¿Cómo es posible que tú no lo sepas?

‑ A mi no me importa lo que ELLOS hacen, ELLOS piensan de una forma y yo de otra ‑dijo Wensi mientras alzaba la revista.

John se rascó la cabeza confundido, todo aquello le parecía demasiado raro. "¿Y si fuera un loco?", un estremecimientote recorrió el cuerpo, "¿Tal vez un pícaro?" Tenía que saber la verdad. "¡Helen! Quizás ella me pueda ayudar", y sin pensarlo más fue a buscarla.

Ella se encontraba en el patio de la casa.

‑ Helen ‑ella continuó regando las matas sin prestarle atención a su esposo.

‑ Helen, estoy muy preocupado.

Por fin ella alzó la vista y lo miró, se pasó los cabellos por detrás de la oreja.

‑ ¿Por qué estás preocupado?

‑ Por ese hombre, a veces estoy convencido que vino de otro planeta, otras me parece que es un loco, o... o un estafador. ¿Te imaginas? Sabes lo que es estar manteniendo a un loco o a un pillo. Tenemos que hacer algo, tenemos que saber su misión, en caso que sea un extraterrestre.

‑ ¿Y que tu quieres que yo haga? ‑preguntó ella.

‑ Hay que observar todo lo que hace, ganarse su confianza, desenmascararlo; hay que hacerlo decir la verdad... Y pensé que a lo mejor tú... bueno como eres mujer, a lo mejor contigo se franquea más. Quizás... ¿Tú me entiendes?

‑ Si te comprendo muy bien.

John, regresó a donde estaba Wensi, ya era de noche.

‑ John, me gustaría recorrer la ciudad de noche.

John alzó la vista y dejando escapar un suspiro exclamó.

‑ Esta bien, esta bien ‑mientras ladeaba la cabeza en forma de vaivén.

Ahora recorrían las calles, Wensi, respiraba profundo, contemplaba el cielo estrellado y su vista buscaba un punto, una estrella lejana; la más pequeña y la más brillante de todas. John caminaba detrás, cabizbajo.

Se adentraron en una calle oscura, fue entonces cuando Wensi vio un hombre tirado en el piso, y corrió hacia él, seguido de John; ya junto al hombre, Wensi se arrodilló y puso su cabeza sobre el pecho del desconocido.

‑ Aún vive ‑dijo Wensi.

‑ Déjalo es un vagabundo.

‑ ¿Qué dices?

‑ Que es un muerto de hambre.

‑ Pero hay que ayudarlo se puede morir.

‑ Ese no es nuestro problema, aquí cada uno tiene sus problemas.

‑ ¿Pero nadie hace nada por él? ¿Y la sociedad? ¿Y las leyes? ¿Y los hombres? ¿Cómo ustedes pueden ser así? ¿Ustedes están enfermos? ¿Esto no es normal?

‑ Vamos deja a ese tipo, no pretenderás que me lo lleve a vivir para mi casa.

‑ ¿Y nadie hace nada por él?

‑ ¡Nadie! Es muy normal, aquí existen miles de vagabundos, de mendigos y pordioseros. ¡Entiendes! En el fondo a ellos les gusta vivir así.

‑ No lo entiendo, no lo puedo entender.

‑ Vamos Wensi, es así, siempre ha sido así.

John lo cogió del brazo y lo alejó del hombre.

‑ Se morirá.

‑ Todos tenemos que morir, ¡no!

‑ ELLOS jamás harían eso, nadie debe sufrir y mucho menos morir así, abandonado.

‑ ¡Ellos! ¡Ellos! ¡Siempre ellos! No olvides que ellos son monstruos ‑gritó John.

‑ ¿Y ustedes qué son? ¿Humanos?

‑ Vamos Wensi, para que vamos a discutir.

‑ Yo nunca he discutido con nadie. ELLOS nunca discuten.

‑ Chico, entonces, ¿qué cosa hacen ellos?

Wensi no respondió, ahora caminaban en silencio, así estuvieron un largo rato, hasta que una música llego hasta ambos; llegaron frente a una casa muy iluminada, de donde provenía la música. La puerta estaba abierta y se veían mucha gente.

‑ ¿Qué es eso? ‑pregunto Wensi.

‑ Una fiesta.

‑ ¿Una fiesta?

‑ Si, ahí bailan y se divierten.

‑ Vamos a entrar me gustaría verlo.

‑ Estas loco Wensi, no podemos entrar.

‑ ¿Por qué? ¿Por qué no podemos? ‑preguntó Wensi mientras su rostro tomaba una expresión infantil.

‑ Porque no tenemos invitación.

‑ ¿Invitación? ¿Y qué es eso?

‑ Una tarjetita que te permite entrar en la fiesta ‑ respondió John con infinita paciencia.

‑ ¿Entonces esta fiesta fue premeditada?

‑ ¿Cómo? ¿Qué estas diciendo? ‑pregunto John turbado.

‑ O sea, que la fiesta fue planeada por alguien.

‑ ¡Claro! Siempre es así.

‑ Ahora comprendo, ustedes designan un día para dar rienda suelta a su alegría. ELLOS no, para ELLOS cualquier día es de fiesta, donde quiera bailan y cantan. Basta que alguien este alegre o haya alcanzado algo importante, para que todos le saluden e inmediatamente se forma una gran fiesta y si estas preocupado enseguida se te acercan y te ofrecen su ayuda. Tampoco existen las puertas; tú puedes entrar en cualquier casa, aunque no conozcas a nadie; y enseguida te atienden y te ayudan en lo que necesites. ELLOS no tienen nada de ellos. ELLOS son así.

‑ Y dale con ellos, siempre ellos. Tú no dices que tú los gobiernas.

‑ No, yo sólo dije que ELLOS me protegen.

‑ Entonces tú eres el presidente.

Wensi sonrió.

‑ No yo mando más que el presidente. ¿Sabes por qué? Porque allí nadie manda a nadie, todos saben lo que tienen que hacer. ¡Todos, menos yo!

‑ ¿Que función tu tienes en ese planeta? ‑preguntó John intrigado.

‑ Hacer daño.

‑ ¿Cómo? ¿No entiendo?

‑ Yo tampoco entiendo.

Y se alejó para evitar más preguntas.

Vieron acercarse a una muchacha y Wensi se quedo mirándola.

‑ ¿Te gusta? ‑le preguntó John.

‑ Es muy bella.

‑ Sólo tienes que preguntarle el precio.

‑ ¿Cómo? ¿Yo puedo comprarla?

‑ No hombre, es sólo para acostarte con ella.

‑ ¿Por acostarme con ella?...

‑ Bueno... Y hacer el amor claro.

‑ Ustedes a todo le ponen precio, en cambio ELLOS no, allá todo es distinto. Yo me acostaba con todas las mujeres que quería.

Los ojos de Wensi brillaban.

‑ ¿Con todas? ¿Aunque fuesen casadas?

Una enigmática sonrisa apareció en el rostro de Wensi.

‑ Si, ELLOS no se oponían, es más me lo agradecían.

John se rascó la cabeza, por un momento pensó en su esposa y de nuevo la duda ¿Quién es este hombre? ¿Un agente secreto de otro planeta? ¿Un ministro? ¿Un pillo? ¿Un loco?... ¿Quién es?... ¿Quién es?... Si pudiera averiguarlo de una vez".

‑ Wensi te voy a llevar a un lugar que te va a gustar.

‑ ¿Ahora?

‑ Si queda cerca, podemos ir caminando.

Se detuvieron ante un cartel lumínico y descendieron por una escalera. Era un lugar oscuro con muchas mesas y gentes bebiendo. John se sentó en una de las mesas que estaba próxima a uno de los escenarios, cerca de las luces de colores.

‑ Ahora veraz lo que viene, es algo fenomenal, ¡la gran Susan! ‑le dijo John mientras lo invitaba a sentarse.

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