Friday, March 30, 2007

Desesperadamente humano

Hoy quiero morir, no resisto más este dolor, tal vez si fuera como ellas.
Ellas no sufren, no sienten miedo, no tienen esta angustia que me esta matando
Es un día gris, se respira la tristeza por todas partes y hay tanta desolación.
Si aunque sea existiera dios.
O es que sólo los humanos lo necesitamos, solo los humanos necesitamos un poco de paz para el alma.
Si dejara de ser humano, tal vez me arrancaría este dolor del pecho.
Sería tan fácil, cuantos y cuantos humanos diariamente se convierten en máquinas.
Tal vez eso sería lo mejor… Ya somos tan pocos.
Es cierto que somos seres lentos, depresivos y tan inestables. En cambio las maquinas son tan perfectas.
Pero que saben ellas de los humanos, nos curan, nos atienden, dirigen nuestros destinos.
Ya nadie confía en el juicio de los humanos, somos criaturas emocionales…
Pero que saben esas frías maquinas del amor, que pueden saber…
Como pueden ellas entender este dolor que yo siento, como podrían curarme.
Si es mi alma quien padece esta agonía y mi desesperación aumenta por día.
Pero a pesar de mi angustia, no me rendiré, moriré siendo humano, aunque sea el último de los humanos.
Se lo que soy. Y es por eso que no dejo de pensar en ella; la entiendo, claro que la entiendo.
Es demasiado sufrir.
Las maquinas son tan lógicas, tan exactas, no hay margen de error, no hay margen de duda,
Siempre saben lo que quieren.
Ahora estoy solo y me siento desesperado, Se que ya nada podrá consolarme.
Porque la mujer que yo amo, decidió dejar de ser humana.

Tuesday, March 27, 2007

La primera ley de la robótica

Mijail Petrovich, estaba acorralado por tres hombres que le disparaban desde ángulos diferentes. Mijail parapetado detrás de una gran columna defendía su vida; a su lado expuesto a las balas, ajeno a todo, se encontraba Marcel.

Maldición, yo tengo la culpa se decía.

Mijail Petrovich, había llegado ayer a New York para participar en una conferencia sobre robótica; como siempre, viajó acompañado de su robot. Al llegar a esta ciudad le entregaron un revolver y le advirtieron que no saliera solo, y mucho menos de noche.

Había hecho caso omiso de las instrucciones, se sentía seguro en compañía de Marcel. ¿Quién se iba a atrever con él? Y sin embargo estaba allí, acorralado en aquel parqueo, por esos tres bandoleros.

Una bala rebotó sobre la coraza de hierro de Marcel. Fue entonces cuando Mijail, decidió pedirle ayuda a su robot.

Marcel estoy en peligro, esos hombres me van a matar si tú no me ayudas. ¡Detenlos!.

El robot no responde; permanece inmóvil, en silencio.

Uno de los hombres comienza a avanzar disparando, Petrovich le abre fuego. El hombre se lanza al suelo, da tres volteretas y se oculta tras un camión.

Marcel, si tú no me ayudas esos hombres me matarán, ¡entiendes, me matarán!. Tienes que defenderme.

Por fin, sonó la voz grave de Marcel.

No puedo hacerle daño a los humanos, no puedo.

Mijail Petrovich lo sabía, el robot estaba programado bajo las tres leyes de la robótica, y la primera ley era: no dañar al ser humano, pero su vida ahora dependía de Marcel.

Marcel, escúchame, esos hombres son tres criminales, que están fuera de la ley; probablemente estén condenados a muerte por la sociedad, si los detienes le vas a hacer un favor a la humanidad. No entiendes ¡son delincuentes!, son seres sin escrúpulos... y mi vida depende de ti... ¡Atácalos!.

No puedo, no puedo.

Una bala pasó silbando cerca del oído de Petrovich, se llevó la mano izquierda a la sien.

Por poco... un poco más y no hago el cuento.

Petrovich comenzó a disparar, pero tuvo que ocultarse rápidamente, las balas rechinaban contra la columna.

Marcel, tienes que hacerlo. ¡Te lo ordeno!... te lo suplico.

Uno de los hombres se movía detrás de los autos.

Marcel comenzó a avanzar lentamente hacia él. El delincuente se quedó tranquilo, esperando que se le acercara. Marcel lo cogió por una mano.

¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!, que haces bruto, me estás haciendo daño.

El robot soltó inmediatamente.

¡Oh, no! Es mentira Marcel, te está engañando.

El hombre yacía en el piso, retorciéndose del dolor

¡Ay mi brazo! Me lo partiste, me lo partiste.

Mijail disparó, fue a disparar de nuevo pero... ¡no tenía balas!.

Marcel, Marceeel estoy perdido, sólo tu puedes salvarme. no puedes permitir que esos criminales me asesinen; tienes que detenerlos. Por favor Marcel... no hay otra solución.

Los otros dos hombres comienzan a avanzar disparando.

Marcel abandonó al que estaba sobre el suelo y avanzó hacia otro de los delincuentes.

No te me acerques, soy alérgico al metal, me puedes producir la muerte.

Marcel se detuvo en seco con los brazos extendidos.

Mientras tanto el que se quejaba, dejó de retorcerse y comenzó a disparar desde el suelo. El tercero avanzaba a toda prisa hacia Petrovich.

Soy alérgico, me voy a desmayar, no aguanto más y diciendo esto se desplomó.

¡ Marcel!, ¡Aquí! ¡Ayúdame!.

Ahí estaba el tercero de los delincuentes, apuntándole con la pistola.

Pero ya Marcel estaba junto a él, y de un tirón le arrancó el arma de la mano.

Pero si sólo estábamos jugando con él, en nuestro país se acostumbra a recibir a los extranjeros de esta forma.

Dame la pistola Marcel, rápido dame la pistola antes que...

El otro, el del "brazo partido", estaba ya frente a Mijail apuntándole.

Claro Marcel era sólo un juego, nosotros estamos muy contentos de tenerlos con nosotros dijo el otro sin dejar de apuntarle.

Al grupo también se había unido el "alérgico", pistola en mano apuntando a Petrovich.

Mijail se ocultó detrás de su robot.

Marcel me van a matar, dame la pistola.

No tienes ningún peligro, las balas son de mentiritas, a quien se le ocurre pensar que nosotros vamos a hacerle daño a un ser humano. Nosotros también cumplimos con la primera ley de la robótica, ¿Verdad muchachos?.

Tanto el "alérgico", como el del "brazo partido", se habían ido acercando cada uno por un lateral y ahora lo tenían a tiro.

Marcel, me van a matar; no te das cuenta. ¡Me van a mataaar!

No digas eso, estas balas no hacen daño, lo que hacen es producir la risa, y para demostrártelo...

Se escucharon uno, dos, tres disparos.

Se retorcía en el suelo, se convulsionaba; extendió su brazo.

¡Marcel ayúdame...

¡Mira! Que manera de divertirse. Ahora me toca a mi dispararle, dijo el otro mientras le apuntaba con su "brazo partido".

Nuevamente se escucharon uno, dos, tres disparos y el cuerpo quedó inmóvil.

Los tres bandidos se acercaron al cuerpo ensangrentado de Mijail Petrovich y comenzaron a desvalijarlo: le quitaron el reloj, la sortija, la cartera y todo cuanto llevaba encima de valor.

El "desarmado" se acercó a Marcel.


Sabes que esa pistola me pertenece a mi, además está prohibido que los robot porten armas. Así que entrégamela.

Marcel extendió su brazo de hierro y abrió su mano.

Eso es. Eres un buen chico Marcel.

Los tres bandidos se alejaron riendo. Marcel permaneció allí inmóvil, rígido con la mano aún extendida.

Tuesday, March 13, 2007

Bahia dormida

Contempla la bahía, amanece en el puerto. A lo lejos se escucha el pitazo de un barco. Un círculo asoma su cabeza roja por el horizonte. La luz del alba se reparte por todo el puerto y sus rayos encienden las chimeneas de los barcos, mientras un humo gris se eleva hasta el cielo. La loma le sirve de mirador y su vista puede alcanzar toda la bahía: el mar sereno, los barcos inmóviles, el silencio de la mañana; todo conspira para que un sentimiento de soledad se adueñe de su ser.

Observa desde lo alto aquel mundo desconocido, su mirada siempre descubre algo nuevo, y lo que más le sorprende, en ese día, eran aquellas casas de madera que parecían flotar sobre el mar: "¿que lugar será?, ¿en que siglo estaré?" Sus pensamientos se detienen. Recuerda porque se encuentra allí. Siente su presencia. Mira hacia todas partes nerviosamente: está ahi. Hecha a correr, guiada por una voz interior que la impulsa a evitarlo. Corre loma abajo, sobre una estrecha acera, jamás había descendido una pendiente y mucho menos corriendo; cae y rueda, se sale de la acera y se da un tremendo golpe contra uno de los extensos escalones de ladrillos, de su garganta escapa un grito de dolor... Despierta.

En la pantalla de la computadora apareció un mensaje:

CONTACTO INCONCLUSO.

Se quitó bruscamente el cintillo de la frente. Examinó sus brazos: no tenía un sólo rasguño. Observó la pantalla.

"¿Qué significado podía tener ese sueño? ¿Quién era él? ¿Por qué siempre aquel puerto?"

Nunca supo quién le envió aquel equipo. Un día tocaron a la puerta y le dejaron una caja, en la que venía una computadora, eso fue lo que ella creyó al principo, y una nota que decía: Esto es un inmersor de mundos virtuales, conéctalo a tu computadora y luego ponte el cintillo en la frente: te espero.

Aquella nota le causó una profunda impresión. Permaneció días sin atreverse a tocar aquel objeto. Al fin, un día lo hizo, y desde entonces lo ha estado repitiendo, siempre con el mismo resultado: aquel mundo desconocido y ese hombre que la perseguía arrojándola a un final trágico: caerse por un barranco, estar ahogándose, verse en un bote a la deriva. Esta última fue la que más le impresionó; nunca antes había montado un bote; la sensación fue tal que estuvo horas vomitando. Después de cada susto, se pasaba meses sin querer saber nada del inmersor, pero un impulso enfermizo la arrastraba a ponérselo nuevamente.
Había algo en aquel mundo que la cautivaba. Pensó en el hombre, el espíritu solitario que animaba esos sueños, en el miedo que le infundía. "¿Por qué no intentar hablar con él?". En su subconsciente, sentía sus ojos tristes clavados sobre ella, tratando de escudriñar en lo más profundo de su ser: le temía. ¿Cómo resistir su mirada? ¿Era posible hablar con él, sin contagiarse con su nostalgia?

Presentía que ese hombre había vivido en aquel pueblo, en alguna de esas viejas casas despobladas, escuchando las historias de los hombres de barbas blancas, de piel quemada por el sol y de profundas arrugas en el rostro. Y por algún sentido extrasensorial, percibía sus huellas en cada calle polvorienta, en cada línea de ferrocarril, en cada bote tendido al sol; se preguntaba si existía algún lugar que él no hubiese pisado o tocado. Ese era su mundo con su olor singular: a sal, a caracoles, a aliento de peces.

Debía distraerse, no podía seguir preocupándose por aquella tontería. Decidió ir a la fiesta del club y olvidarse del maldito aparato. ¿Cuantas veces deseó desaparecerlo? Sin embargo, esa cosa seguia ahí, en su cuarto, en el mismo rincón de simpre; oculto a todas las miradas. Pero lo más extraño en ella, era el obstinado silencio que guardaba con respecto al equipo; nadie, absolutamente nadie conocía de su existencia.

¿Qué ropa me pondré?

Estuvo horas frente al ropero sin saber qué ropa escoger: "Este no me queda bien, este otro lo usé recientemente...". Comenzó a molestarse consigo misma. "No se qué hacer. ¿Por qué seré tan desdichada?... No iré a ninguna parte". Comenzó a llorar. Sabía que aquello no era motivo, pero sentía unos deseos incontenibles de llorar, y derramó lágrimas por todos los muertos; por los que fuerón y ya no son; por los que debían ser. El sueño la sorprendió llorando... Dormida.

He venido a tu mundo a pedirte que no me huyas. Necesito hablarte. Ven a mi mundo y escúchame.

Ella despertó asustada, contempló el cuarto vacío.

"Estuvo aquí, sé que era él. Me estoy volviendo loca. Fue sólo un sueño".

Miró al reloj, eran la nueve de la noche.

"¿Y si hablara con él? No me va a pasar nada. Tengo que saber de una vez qué quiere de mí".

Se colocó el cintillo en la frente y cerró los ojos, y quedó dormida.

Camina por una calle estrecha, hay casas de madera a ambos lados: parecían deshabitadas. El viento sopla frío, se sorprende, era verano. Y con mayor sorpresa aún, observa el cielo gris de aquella mañana invernal; siente frío y cruza ambas manos sobre su pecho, no lleva abrigo.

¿Por qué me hace esto? se pregunta en voz baja.

Pero nadie responde, sólo aquel profundo silencio, roto por el silbido nostálgico de algún barco cansado, que desea partir. Respira y siente ese olor peculiar. Presiente que está cerca. Se detiene desorientada, no sabe hacia dónde queda el mar. Se frota los brazos, no puede contener el temblor de los labios.

¿Qué quieres de mí?

Hecha a correr por las calles desiertas.

Maldito, maldito...

Atraviesa una línea de ferrocarril y recuerda que en una de sus inmersiones había estado allí. Ahora sabe que el mar está cerca. Siente los rayos del sol calentar su cuerpo. Mira al cielo agradecida, y ve al círculo amarillo abrirse paso entre las nubes; cierra los ojos, la luz la ciega; el aire frío deja de soplar; respira profundo, deja que sus pulmones se llenen de ese olor: frente a ella está el mar. Camina hasta un pequeño muelle. Presiente que aparecerá de un momento a otro. Al fin lo ve, estaba de espaldas, sentado en un muro, mirando hacia el mar. Se le acerca lentamente, se detiene detrás de él.

El sin volverse:

Este es mi puerto. Aquí viví hace más de cien años. Por estas calles corre mi sangre. Cada árbol que veas, recuerda que yo lo regué: de niño con el sudor de mis juegos, de adulto con el dolor de mi amor. Aquí dejé mis sueños, ahora son sólo fantasmas que traspasan las puertas de las casas deshabitadas y se sientan en un viejo sillón a esperar que llegue la luz de un nuevo día.

Su voz deja de escucharse, ve como las olas rompen contra el muro y lo salpican, también la alcanzan a ella. El no se inmuta, está acostumbrado a que el mar lo moje. El silencio se prolonga, se llena de valor y...

¿Qué quieres de mí? el temblor de su propia voz la sorprende.

Esa bahía que tu ves, ya no existe. La civilización la destruyó: contaminó el mar, destruyó los árboles, demolió las casas... Ahora es sólo un sueño, que viene desde un pasado dormido y espera por ti para que le des vida.

¿Por qué yo?

¿No lo recuerdas?

Y sin decir más se lanza al mar y nada hasta un bote que parece esperarlo, coge los remos y sin volver el rostro:

Todo esto es tuyo: te dejo mis barcos, mis calles, mi mar, mi bahía... ¿Llegarás a revivirla?

No te entiendo.

Se aleja sobre el mar, empujado por las olas; se aleja hasta salir por la desembocadura de la bahía, hacia el mar abierto.

Ni siquiera pudo ver su rostro. Sin embargo siente su mirada sobre ella, de alguna forma cree haber visto sus ojos, como si en algún momento de su vida se hubiesen encontrado.

Ahora está sola, su vista se clava en la bahía; ve como los peces de plata saltan fuera del mar y vuelven a sumergirse, sonríe. Avanza decidida hacia el muelle. Era un muelle de madera, parece no resistir su peso, aún están frescas las pisadas, hasta hoy no se había atrevido a subirse en él; sabe que nada puede pasarle. Avanza con los brazos abiertos, como si caminase por una cuerda floja, unos animalitos pequeños con muchas patas huyen al verla; ella se asusta, titubea unos segundos, no conoce que animales son (ignora que son jaibas), no tiene por qué asustarse. Siente deseos de aprender, de conocer aquel mundo. Ve a los animalitos descender por los troncos que sostienen al muelle, le llama la atención como mueven sus muelas. Luego observa las sogas amarradas al muelle, que sujetan a los botes, cada uno de ellos con un nombre escrito en la popa casi siempre nombres de mujer ; le gusta comtemplar su balanceo sobre las olas, a ella le parece que danzan al compas de la marea. Uno de ellos le llama poderosamente la atención: un bote azul que en letras doradas tiene grabado su nombre.

Monday, March 12, 2007

El infierno

Avanzaba a través de una densa niebla, apenas veía más allá de un paso. Tenía la impresión de que no respiraba, caminaba pero era como si flotara. Un hombre se me acercó y con voz solemne me dijo.

Estás a las puertas del juicio final.

Una enorme puerta apareció ante mis ojos y se fue abriendo lentamente hasta tragarse toda la niebla. Un pensamiento fugaz me pasó por la mente: estaba muerto. No sabía lo que me sucedía. Intentaba recordar, pero era inútil. Me palpé nerviosamente: podía tocarme... no era mi cuerpo lo que yo tocaba, era algo desconocido, podía sentirlo, pero no era mi piel; yo diría que era sólo la sensación de tocarme. La idea de la muerte me llegó en todo su descomunal realismo: estaba muerto, no sabía cómo, pero estaba muerto. La muerte había dejado de ser un sueño para convertirse en una realidad. Cuantas veces soñé con la muerte, cuantas veces grité de terror al caer de un edificio, y cuantas moría de un balazo en la cabeza. Ahora que me llegó la hora, la aceptaba con resignación filosófica: había dejado de existir.

El hombre reapareció nuevamente y me indicó que lo siguiera. Entramos en un salón, no me fue muy difícil percatarme que aquello era un tribunal, comprendí que iba a ser juzgado. Un ligero sobresalto comenzó a invadirme. A una señal del individuo me senté en la primera fila.

Uno de los Angeles, tenía dos alas enormes, comenzó a hablar.

Va a comenzar el juicio final, se encuentran presentes el representante del reino de los cielos, el representante del reino de los infiernos y el representante del reino de la nada. Que comience el representante del cielo.

¡Pecado mortal! ¡No creía en Dios! Jamás fue a misa, no bautizó a ninguno de sus hijos, contrajo matrimonio cuatro veces y ninguno por la Iglesia, además fue infiel. ¡El cielo le cierra sus puertas!

Sus palabras eran secas, cortantes, agudas. Sentía como si me desgarraran las entrañas.

Va a hablar el representante de la nada dijo nuevamente la voz.

Al cielo está claro que no puede ir, no creía en Dios y eso lo invalida. Pero al Limbo, no veo razón para que no pueda venir con nosotros. Se graduó de sociólogo, impartía clases de filosofía, ha escrito artículos. Entendemos que es una mente fructífera. El limbo le abre sus puertas.

¡Protesto! dijo el representante del infierno . El representante de la nada olvida algo. El está aquí porque se suicidó y siguiendo el razonamiento de mi colega, eso lo invalida para ir al Limbo. Sí, porque ese pecador, que esta ahí sentado, renunció a su vida por lo que está muy claro, clarísimo, que no puede ir al Limbo, por muchos méritos que pueda tener.

¿Me suicidé? Eso es absurdo, debe haber un error.

Porque ese hombre se suicidó, iba en su auto a más de 190 Km/h y luego se lanzó por la cuneta.

¿Por qué no recuerdo nada? No sé de qué está hablando.

No veo por qué tiene que ser intencional dijo con voz pausada el representante del limbo . Simplemente patinó.

Simplemente patinó. ¿Patinó?... Se suicidó. Ese hombre estaba cansado de vivir. Ultimamente no deseaba otra cosa y sus pensamientos así lo demuestran.

Estaba pasando por una crisis. Otras veces le había sucedido y la rebasó. Fue sólo su mala suerte que le jugó una mala pasada, no se puede pasar por alto que había llovido y la carretera estaba mojada.

Pero deseaba la muerte.

¡Oh, no! Cómo se atreve a juzgarme por mis pensamientos. Yo he pensado muchas cosas en mi vida que nunca he llevado a cabo. Eso es ridículo. Si me juzgan por los pensamientos creo que hasta el infierno me queda chiquito, porque podrían acusarme hasta de asesino.

No es por sus pensamientos que se le debe juzgar y mientras decía esto me dirigió una mirada tranquilizadora . Si no por el acto de ir a excesiva velocidad por una carretera peligrosa, y en mi opinión no hay tal suicidio. Y no veo la dificultad para que vaya al Limbo.

Yo lo considero culpable de intento de suicidio y no sólo por sus pensamientos. Incluso se lo confesó a un amigo, y cito sus palabras: "He perdido toda esperanza, este mundo no significa nada para mí" y posteriormente escribiría en su diario: "Deseo morir, ya nada me interesa".

Eso sólo demuestra que estaba muy deprimido y tenía razones para estarlo. Su esposa lo abandonó meses antes...

¿Por qué ella lo abandonó? Porque él la había estado engañando con una de sus alumnas de Filosofía.


No lo discuto. Sólo quiero resaltar sus fracasos y demostrar que tenía razón para estar deprimido. Porque precisamente esa alumna lo dejó por otro profesor más joven que él, esto, unido al divorcio de su esposa, a que su mejor amigo escribió un libro con las ideas que él mismo le expusiera, y para colmar la copa, pierde la plaza de rector por intrigas de otro profesor. Sí, es un hombre con mala suerte. Lo que para otro era fácil a él le costaba grandes esfuerzos y muchas veces otro se llevaba el triunfo. Tenía derecho a estar cansado.

Fue entonces cuando el representante de los infiernos se puso de pie, y comenzó a moverse de un lado para otro, mientras hablaba.

Al paso que vamos nadie irá al infierno, siempre se en¬cuentra alguna razón para enviarlos al limbo; este porque es trabajador, el otro porque hizo carrera, aquel porque era artis¬ta. ¿Y los pecados? ¿Dónde dejan los pecados? ¡Estamos violando las normas establecidas! Ese hombre no sólo es un pecador, sino que es un suicida, alguien que no quiere vivir y a pesar de eso lo vamos a obligar a que reencarne. Se están perdiendo los dignos principios para los cuales fuimos creados. Se están alterando las leyes sagradas. Se está rompiendo el equilibrio y estamos en peligro de crear el caos. ¡Es hora ya de tomar una determinación!

Se somete a votación dijo la voz.

La votación fue muy cerrada. Hubo muchas abstenciones. Pero el veredicto final fue...¡El infierno!

El miedo que hasta entonces sentía se convirtió en ira, comencé a proferir ofensas, estaba cumplido. Terminé desafiándo¬los a todos, incluso a Dios, me volví como loco. Me tomaron por ambos brazos, yo gritaba y forcejeaba. Luego me empujaron y sentí como rodaba por un barranco; daba vueltas chocaba con otros cuerpos, que también caían. Escuchaba gritos que venían de todas partes; mientras rodaba entre empujones y gemidos tenía los ojos cerrados, quería abrirlos pero no me atrevía. Caía en silencio, resignado con mi mala suerte, tropezando con cuerpos desnudos, escuchando sus lamentos, sus gritos de auxilio. Yo estaba cansado, agotado, ya todo me daba igual. Al fin choqué con algo duro y dejé de descender.

¿Y si estuviera soñando? pensé . Esto debe ser una pesadilla.

Alguien me hablaba, al fin abrí los ojos.

Ante mí había un hombre que me miraba sonriente. Era la primera sonrisa que recibía desde que había muerto.

Contrariamente a todo lo imaginado, su voz era dulce, su rostro sereno, su belleza casi femenina. Tenía largos cabellos rubios y grandes ojos azules. Me recordaba más a un ángel que a un...

¿Quién?...¿Quién eres tú? pregunté.

Lucifer.

El dia blo dije con voz temblorosa.

No temas dijo él.

No, por supuesto le respondí tratando de dominarme.

Crees que has perdido el cielo y no es así.

¿Cómo? pregunté desconcertado.

Debes alegrarte de no haber sido enviado al cielo. Ven, ven conmigo.

Como hechizado seguí tras de él. Tenía un paso majestuoso y su figura era solemne, no podía imaginarme que aquel hombre fuera el diablo. "Todo esto es muy raro" pensé.

Nos detuvimos ante un abismo, donde parecía que se terminaba el mundo, no se veía nada, ni sol, ni nubes, nada. Sólo una infinita transparencia que lo llenaba todo, como si estuviera frente a un enorme cristal incoloro.

Ahora vas a ver al cielo y a sus habitantes dijo Lucifer.

El espacio vacío comenzó a cubrirse de colores y figuras.

Es sólo una representación del cielo. Aclaró el diablo.

Un hermoso paisaje se vislumbraba: árboles, flores, hermosos animales, aves de colores.

También en el infierno tenemos paisajes bellos dijo Lucifer.

Apareció una joven rubia de pelo largo. Caminaba cabizbaja, con las palmas de las manos unidas a la altura del pecho y los dedos muy próximos a la barbilla, un joven pasó frente a ella pero ellos parecieron no verse. Siguieron su camino en silencio. Ambos movían los labios, como si rezaran.

¿Qué te parece? me dijo el diablo.

¿Y se pasan la vida así? pregunté.

Su destino es rezar, se pasan su existencia agradeciendo eternamente a Cristo el hecho de haberlos elegido. Ellos creen que se han salvado. ¡Mira!

Todos comenzaron a aglutinarse y a ponerse de rodillas, ante ellos surgió la imagen de Cristo; se escuchaban cantos y oraciones, se veían caras llenas de éxtasis. Aquello recordaba algo así como un concierto de los Beatles ante una multitud de fanáticos.

Se escuchaban fervientes plegarias, mientras ponían los ojos en blanco y suspiraban. Una vez retirado Jesucristo; algunos permanecían aún inmóviles como estatuas, otros lloraban, se supone que de alegría, y no faltaba quienes besaban la tierra por donde había pisado. Después volvían a sus paseos, cabizbajos, en silencio; siempre rezando.

¿Por qué rezan tanto? pregunté.

¿Y qué otra cosa pueden hacer? ¿Sabes lo que hizo ese señor con ellos?

No. ¿Qué hizo?

Los privó de la pasión, los convirtió en seres incapaces de sentir, sólo viven en constante beatitud. No sienten penas, pero tampoco sienten la alegría, son incapaces de emocionarse por nada, ni nadie, ¡son zombies! Ellos sólo aman a ese engreído. ¡Lo veneran como a un dios!... ¡Ese! ¡Ese es el cielo que te cerró sus puertas! Sin embargo el infierno... eso es otra cosa.

¿Y cómo es el infierno? pregunté interesado.

Aquí todo es alegría y placer...

Como sociólogo que fui, hay algo que me interesaría saber: ¿cómo surgió el cielo, el infierno y el limbo?

Originalmente comenzó a decir en tono solemne Lucifer en el universo sólo existía el reino de la nada, el cual estaba poblado por Dios, quien sintiéndose aburrido empezó a crear otros dioses entre ellos Cristo y yo. Según se dice: creó el universo, la vida y todo lo que existe.

¿Cómo, que se dice?

Si, yo jamás he hablado con Dios, ni siquiera lo he visto.

¿Y nadie lo ha visto? pregunté intrigado.

No, nadie.

¿Y Cristo? ¿Tampoco lo ha visto?

Nadie respondió airado.

¿Y dónde vive?

No se sabe, es muy posible que viva en el Limbo.

¿Y por qué no se deja ver?

Se dice que no tiene forma, que es algo etéreo... en realidad sabemos muy poco. Como puedes ver, con respecto a él somos tan ignorantes como los mortales.

Se hizo un corto silencio y después Lucifer continuó.

Cristo, decidió crear el cielo, como recompensa a los buenos, yo al principio lo apoyé. Pero con el tiempo descubrí la monstruosidad de su obra. Me di cuenta que esa no era la recompensa que los mortales necesitaban y decidí crear el verdadero paraíso; un mundo de placer y felicidad, donde no existiera la miseria y que todos fuesen libres, libres de hacer lo que le plazca; y entonces fue que creé ¡el infierno!

Pero...¿entonces? porque siempre nos han mostrado el Infierno como algo malo.

Eso fue idea de Cristo, como para entrar en el cielo se pedían tantos requisitos, su reino siempre estaba vacío. Las criaturas puras y perfectas no existen. Entonces decidió el mismo predicar sus doctrinas bajo el nombre de Jesús, pero lo que hizo fue difamar sobre mi y crear iglesias para ganar devotos. El fue quien levantó todas esas calumnias contra mí y mi reino.

¿Y el Limbo?

Bueno, en realidad... inicialmente todos iban para el Limbo hasta que surgió la idea de crear el cielo para los "perfectos" y como Dios dio su aprobación a través de un mensajero, nos dimos a la tarea de crear el cielo. Como te dije, poco después yo desistí de esa idea y propuse la creación del infierno. Pero ahí estaba el problema; como al cielo iban los santos y al Limbo los normales y como el Limbo lo atiende Dios, no me quedo mas remedio que pedir para mi reino a los... indeseables. Pero eso no importa, aquí todos son felices, y tú también lo serás. No tendrás que trabajar más, dormirás hasta la hora que se te antoje, comerás cuanto quieras sin temor a engordar, jamás te pondrás viejo, no padecerás de ninguna enfermedad, tendrás cuantas mujeres desees; aquí no hay imposibles. Te aseguro que serás eternamente feliz.

Sin dudas pensé . ¿Podría alguien desear algo mejor, ¿no era este el sueño de toda la humanidad? Esta era la verdadera gloria, no aquel paraíso lleno de beatitud. Esto si era vida, una vida plena de sensaciones, una vida intensa, llena de placer.

Además la voz bien timbrada de Lucifer truncó mis pensamientos podemos simular, los lugares de tu vida anterior que más te han gustado; cabarets, restaurantes y hasta lugares que en vida nunca llegaste a visitar y otros con los cuales ni soñaste. Te repito aquí nada es imposible; aquí nada está prohibido. Eres libre; libre de hacer cuanto desees. No existen leyes, ni inhibiciones de ningún tipo. ¡Un mundo completo de emociones y goces, te espera!

Fantástico, quién me lo iba a decir: poder hacer cuanto me plazca, dirigir mi vida a mi antojo, disfrutar de la vida a plenitud. Esta vez me di cuenta que el diablo, perdón Lucifer, iba a decir algo y detuve mis euforicos pensamientos.

Dime tu primer deseo y será cumplido.

Pensé por algunos minutos y al fin dije.

¡Recorrer el infierno!

El diablo me miró asombrado, como si fuese el primero en toda la historia del infierno, que pide semejante cosa.

Eso es imposible, mi reino es enorme.

Bueno... entonces; recorrer una parte. Tengo gran interés en saber como se vive aquí, sobre todo a los que llevan muchos años. Ver qué hacen.

Me dio la impresión que su rostro palideció, me miraba confundido. Sin dudas, no estaba preparado para semejante deseo.

¿Por qué primero no descansas o te diviertes un poco?

Siempre tuve fama de testarudo por eso insistí.

No, sólo deseo conocer cómo se vive en el infierno.

¿Por qué? Me preguntó en voz baja, mientras sus expresivos ojos me miraban inquietos.

Tal vez porque soy sociólogo, bueno quise decir, porque fui sociólogo.

Sentía como sus pupilas, fijas, rastreaban mi alma. Heróicamente sostuve su mirada sin pestañear.

Está bien, si ese es tu deseo dijo gravemente.



Comenzó a enseñarme mujeres muy hermosas, alegres, con ropas muy ligeras; que al verme me sonreían y me invitaban a beber. Mi fina intuición me hacía sospechar de todo aquello: tenía la impresión que Lucifer trataba a toda costa de desviarme de mi objetivo. Habían mujeres para todos los gustos, bebidas de todos los tipos y todas las marcas de cigarros conocidas. Me acordé de Ulises cuando escuchaba el canto de las sirenas, me sentía igual, sólo que yo no estaba amarrado. Mis ojos se cruzaron con unos ojos negros, misteriosos, suplicantes. Pensándolo bien podía quedarme con ella un rato y luego seguir; pero no, ese era el canto de las sirenas, era una prueba que tenía que vencer.

Recorrimos ciudades antiguas y modernas, países hermosos, grandes cabarets y unos espectáculos jamás imaginados.

Mira a tu alrededor, todo es felicidad. ¿No te da envidia?

Hasta este momento no tenía la certeza de lo que quería. ¡Ahora si! Sabía lo que me proponía.

Sí, parecen felices. Pero no es esto lo que yo quiero saber.

¿Qué quieres saber? Aquí lo tendrás todo. ¿Qué más puedes desear?

Tú lo sabes, quiero conocer a los más viejos, a los que llevan miles de años en el infierno.

No puedo negarme a tu deseo, pero si pudiese me negaría. No tiene sentido lo que pides.

Quiero saber cuál será mi destino.

Esta bién... esta bién.

Pasamos delante de un grupo de hombres que estaban dándose golpes unos a otros. Uno de ellos cayó al suelo y los demás se lanzarón sobre él como perros rabiosos y le desfiguraron el rostro a patadas.

¿Qué es esto?

Juegan dijo Lucifer arqueando las cejas.

¿Juegan?

¡Si! Juegan. Ellos son felices así, descargando su violencia.

Se hizo un corto silencio.

Sigues insistiendo en recorrer el infierno.

Sí.

Cometes un grave error. Te pesará.

Por un momento dudé, sentí miedo de lo que estaba haciendo, tal vez después me arrepentiría. Pero ya era demasiado tarde. La duda estaba en mí. Tenía que continuar.

Mira, estos son los que más años llevan aquí.

Ante mí había un hombre semidesnudo amarrado, mientras otro pegaba un hierro candente a la piel del infeliz que daba terribles alaridos.

A ese hombre lo están torturando exclamé horrorizado.

Estás equivocado, no es lo que estás pensando.

El diablo hizo una seña y el hombre suspendió las torturas, el que estaba amarrado dejó de gritar, alzó la cabeza miró a su verdugo y le increpó.

¿Por qué te detienes?, sigue, sigue...

Y a otra seña de Lucifer continuó la tortura.

Estaba confundido todo aquello era tan absurdo.

¿Quieres seguir?

Sí respondí mecánicamente.

Llegamos a una piscina de la cual salía un olor fétido no fue difícil darme cuenta del contenido , que me produjo náuseas; me tapé la boca y la nariz, y me fui de allí tan pronto como pude.

Había dado algunos pasos cuando sentí los gritos desesperados de una mujer, alguien la tenía encerrada en un cuarto y ella espantada golpeaba la puerta y gritaba, me lancé sobre la puerta y la abrí. Ella salió temblorosa dio unos pasos tambaleantes y cayó sin fuerzas, temblaba de miedo, de sus ojos brotaban gruesas lágrimas, en su rostro deformado se podía ver la huella del mas profundo terror. Me lanzó una mirada extraviada, trató de decir algo pero los sollozos no la dejaban, poco a poco se fue reponiendo, al fin se puso de pie y luego de lanzarme una mirada iracunda se me vino encima en actitud agresiva, mientras forcejeaba conmigo, me gritaba múltiples ofensas. Lucifer tuvo que intervenir y explicarle que yo era nuevo y otras cosas mas para poder calmarla.

Realmente no me asombró lo sucedido casi que lo esperaba. Le pregunté a Lucifer que hacía esa mujer encerrada en ese cuarto.

Ella en su vida anterior le tenía terror a los insectos. Y ahora se hace encerrar en un cuarto en penumbras para que le vayan soltando por las hendijas cucarachas voladoras, alacranes, arañas peludas, etc.

Pero... ¿Por qué lo hacen?

Ellos son felices así.

¿Felices? ¡Son felices torturándose!

Parece que sí.

¿Parece?... Eso no puede ser.

Te lo advertí. Yo no quería...

¿Qué es lo que sucede?

Nada, ellos gozan con eso.

¿Gozar con eso?... ¿Y siempre se han comportado así?

No, al principio se divertían normalmente, pero según pasa el tiempo...

Después de un corto silencio continuó.

Nada de esto fue premeditado, nunca imaginé que pudieran suceder estas cosas. Mi interés era sólo que fueran felices. Que gozaran de las cosas que en vida no pudieron tener. Que no existiera la muerte ni la enfermedad, ni la miseria. Pero ya ves algo falló. ¿Tu no eres sociólogo? Saca tú mismo las conclusiones. Ahora descansa, ya por hoy has visto demasiado.

Sí, lo mejor era descansar. Hubiese sido mejor no saber nada. Pero... ¿Por qué terminan degradándose? ¿Cuál era la razón de esas horribles torturas? Tenía que descubrir el motivo, tal vez no me serviría de nada, pero necesitaba saber la verdad... La verdad.

Según el diablo, al principio se divertían normalmente, pero, con el tiempo... El pretendía que tuvieran todas las comodidades. ¿Que ocurriría cuando lo hubieran alcanzado todo? ¿Cuando lo hubieran probado todo? La preocupación no existe. No hay enfermedad, ni miseria. Además son inmortales. Sólo viven para el placer.

Respiré profundo, ahora todo se empezaba a aclarar. Ellos vivían para sí mismos. El diablo había creado un paraíso para seres egoístas, donde no existía el trabajo, ni el esfuerzo por la superación personal; era una vida fácil para personas sin ideales y teniendo en cuenta que al infierno no iban los mejores exponentes de la especie humana, sino más bien los peores, no era difícil una degradación paulatina. Además era un mundo donde el porvenir no existía; sólo días de placer, a la larga días iguales, que se repetían hasta el infinito, hasta agotar toda la gama de sensaciones posibles y producir el hastío de aquella vida inútil.

Ahora el problema estaba en que yo sabía lo que me esperaba, y no quería ese destino para mí. Ese era mi problema. Me pasé toda la vida tratando de encontrar mi propio camino, pero siempre terminaba en una barra "matando penas". Así me evitaba el tomar alguna decisión ese día. Pero y al día siguiente: ¿qué? Vuelve a darle vueltas al asunto. Mujeres, fiestas... con eso sólo lograba evadirme... Mi vida ha sido una farsa, un engaño, como este infierno infeliz.

No sabía qué hora era, desde que llegué perdí la noción del tiempo. Estaba cansado: me dormí.

Han pasado tres noches desde entonces. El diablo vino a verme.

¿Qué piensas hacer ahora?

¿Puedes enviarme para el Limbo?

¿Para el Limbo?

Una leve sonrisa apareció en el rostro de Lucifer.

Es que hay algo que tú no sabes, el Limbo es un estado de transición. Allí descansan las almas que van a volver a reencarnar: otra vez a la vida, a sufrir como un mortal. ¡Entiendes! Volverás a sufrir enfermedades, miserias. Volverás a nacer y volverás a morir. ¿Aún así quieres ir al Limbo?

Sí.

Volverás a nacer.

Eso... eso es lo que quiero. ¡Volver a nacer!

No recordarás nada de tu vida anterior, tendrás que aprender de nuevo, ir a la escuela, trabajar, sufrir.

Lo sé.

Está bien, quizá sea una sabia decisión. En realidad mi reino no es lo que yo deseaba; tanto Cristo como yo, quisimos crear un reino más perfecto que el Limbo; pero parece que fracasamos.


Lucifer cogió el tridente, que es el símbolo del infierno, y me apuntó con él.

¡Quedas expulsado del infierno!

Me vi envuelto por una densa niebla. Me sentía flotando en el espacio, mientras una extraña sensación se iba apoderando de mí; era como si la mente se me fuese diluyendo en un enorme océano. Todo mi ser se iba desintegrando, lentamente me iba convirtiendo en nada. ¡Volveré a nacer! Fue lo último que pude pensar antes de ser absorbido por la nada.

Thursday, March 01, 2007

Reconstruyendo una vida

Todos tenemos un pasado, pero cuan real es ese pasado, cuan vivido o sentido fue. Podemos engañarnos y recordar solo la interpretación de vivencias filtradas por una memoria sentimental. Las vivencias se van borrando de la mente, los recuerdos se transforman, se mezclan con los sueños, con los deseos y se confunden con la imaginación. ¿No puede la mente construir vivencias por analogías, sobre la base de otras vivencias similares, extrapolar paisajes, personajes y acciones, y reconstruir nuevos recuerdos?

¿Podemos afirmar que los recuerdos tengan menos validez que un sueño alimentado durante años? Ese sueño puede ocupar el lugar de los recuerdos y llenar una vida de vivencias (fantasías en las que se cree y se aceptan como reales). ¿Quién diría que nuestro pasado es falso? ¿Las "versiones" de los que nos conocieron? Ellos sólo pueden recordar fragmentos de nuestra vida anterior: aquellas que dan risa o dan pena, y casi siempre aquellas en las que ellos son los protagonistas principales; por que en fin de cuentas son sus recuerdos, las vivencias de ellos.

Podríamos, entonces, llenar nuestra vida de sueños al igual que podemos llenarla de recuerdos. Y aunque nuestro presente este vacío, podríamos refugiarnos en el pasado. ¿Pero que es el pasado? No son recuerdos guardados en forma de imágenes, que serian falsas (sueños) si no fuera porque los lugares existen, no exactamente iguales; nuevas construcciones, ampliaciones, personas que no conocemos. Quien no ha regresado a la ciudad donde nació y se sorprende al ver que los lugares a los que iba de niño ya no existen, e incluso las personas que conoció ya no están y si las encontramos son tan diferentes a las que dejamos. ¿Que nos queda entonces? ¿los recuerdos? Los recuerdos que nosotros mismos hemos fabricado; nuestra versión del pasado.

Y me pregunto: ¿Podrá existir alguien que evoque sus fantasías como realidades y construya su pasado en base a sus sueños?...

Sonó el teléfono; la pared‑pantalla se encendió.

‑ Vamos, Alex; sé que estás ahí; contesta. Vamos, hombre, tienes que regresar con nosotros. Tú eres el mejor, Alex, el mejor componedor de escenas que ha tenido la computer‑films. Hace años que te fuiste y no hemos podido encontrar quién te reemplace. Tú eres insustituible, Alex. Te necesitamos. ¡Qué escenas aquellas! Sólo tú podías lograrlas. Recuerdas cuando...

Se puso de pie y desconectó el aparato, la pared se apagó. Se escuchó el timbre del teléfono, luego la computadora comenzó a emitir un sonido monótono, intermitente.


‑ ¡Malditos!, ¡Cuándo me dejarán en paz! Ya les di suficientes ganancias. Ahora déjenme tranquilo.

Él sabía lo que ellos se proponían, el porqué seguían interfiriendo su línea. Lo estaban provocando para que él los demandara, para así empezar un largo pleito; eso era precisamente lo que ellos buscaban: un largo y costoso pleito, ‑que terminara por agotar sus ahorros‑ y entonces tendría que volver a trabajar para ellos.

Sin embargo, él tenía una computadora oculta que trabajaba fuera de la red. Nadie podía obtener el permiso para instalar en su casa una computadora profesional si no era a través de video‑red, y a esta no le convenía enfrentarse con la computer‑films, pero como él tenía sus contactos, logró obtener el último modelo de computadora y conectarla a una red personal con multimedia, realidad virtual, videos tridimensionales y almacenamiento holográfico. Ellos no podían imaginar que, a escondidas, él continuaba componiendo escenas: las escenas de su vida.

Cuando la conoció, él no trabajaba, era un paria. A pesar de su inteligencia, carecía de voluntad para estudiar alguna profesión seriamente: penoso en extremo, introvertido por naturaleza; prefería pasar inadvertido, siempre solo. La soledad era su refugio, allí construía sus propias películas, era un fanático de los autofilmes, que sólo sus amigos más allegados podían ver, y estos se sorprendían de su imaginación. Así fue como la conoció, alguien le habló de sus películas y quiso verlas; le agradaron mucho sus filmes, y a él le agradó mucho más su compañía.

Era la hija de un eminente científico, autosuficiente y sectarista; detestaba a todo aquel que no fuera científico y sobre todo si era un paria, un sin‑trabajo. La primera vez que habló con él le dijo mirándolo con desdén: "así que usted se considera un hombre común. Usted ni siquiera es un hombre común; es menos que eso: usted es un paria. Un ser que no aporta nada a la sociedad, es nada". Y desde entonces estudió, se esforzó día y noche. Tenía que triunfar, ser alguien, lograr algo en la vida...


Encendió la red y colocó el vídeo a la computadora, la pared‑ pantalla se encendió. Sonrió... era Natalie cuando cumplió los tres años; él la tenía cargada; su esposa picaba el cake; recordó que esa escena la había compuesto cuando dejó el trabajo; ahora venía la parte en que Paul se cae y se embarra de merengue; al principio pensó llorar pero al ver que los demás reían, comenzó también a reir.

Recordó las horas que pasó componiendo esas escenas, no fue fácil simular las imágenes, lograr los efectos de las voces, las expresiones del rostro: darle vida a cada gesto.


Estuvo horas contemplando las películas: sus vacaciones en Suecia, Paul después de mucho esfuerzo, aprendió a patinar sobre la nieve. Natalie, no; ella era más indecisa; en cambio le gustaba mucho hacer muñecos de nieve; en su expresión se reflejaba que nunca antes había visto la nieve.

Se sentía satisfecho de sus montajes, los efectos eran tan reales, que hasta él mismo, a veces, dudaba que no lo fueran. Sólo esa nostalgia que lo embargaba era real. Lo otro no era más que una película, que día tras día, año tras año, había estado construyendo.

Fue hasta el espejo convencido de que algo no andaba bien: "¡cómo me han salido canas!, tengo que actualizar mi imagen en la computadora". Se acordó que Billy debía enviarle los últimos videofotos: también su familia tenía que ser actualizada. El veinticuatro de este mes era el cumpleaños de Paul y pensaba montar una gran fiesta.

Pensó en ella, cuando le dijo que no; él no insistió; era natural que ella lo rechazara, aunque ya entonces era el mejor componedor de escenas de la compañía; a quién le interesaba un hombre como él. No era un científico, es cierto que ganaba mucho dinero y hacía que otros ganaran aún más, pero eso no es todo: él no daba conferencias, no había escrito ningún libro, era nadie; a quien podía importarle. Como era de esperar ella se casó con un científico famoso y tuvo dos hijos: Natalie y Paul. Desde entonces se convirtió en su sombra y su amigo Billy su sabueso, quien cada mes le enviaba los videofotos con los cuales iba reconstruyendo su vida. La razón de su existencia era esa: reconstruir su vida. Qué importaba que cada cual hubiese tomado un sendero diferente: que ella hubiera enviudado, que se hubiera casado, que se hubiera divorciado... Ese era otro destino: la vida a veces no es lo que debía ser y es necesario enmendar los errores del destino.

Los años pasaban, se sentía cada vez más viejo, más enfermo. Los chicos ya eran adultos y seguía componiendo las escenas de su vida. Su enfermedad no tenía cura, y vio el fin acercarse, y filmó la última escena: la de su muerte. Natalie, una joven de catorce años sollozaba con la cara oculta entre las manos. A su lado la esposa, sumamente pálida; detrás cabizbajo venía Paul, convertido en un hombre de diecisiete. De sus amigos sólo Billy se enjugó una lágrima; los demás con sus rostros de hielo, calculaban los millones que dejaron de ganar.

...............................................................

Abrió el paquete y dentro venían varios videos y una carta, en la que decía:

Cuando tengas esta carta en tus manos, yo habré abandonado este mundo sin dejar rastro. Sólo estos videos, lo único importante que he realizado en mi vida. Son tuyos, tú sabrás que hacer con ellos.

Alex



Ella estuvo horas contemplando los videos, luego llamó a sus hijos.

‑ Miren estos videos y después hablaremos. Estaré en mi cuarto esperando.

Estaba sentada en la cama con los ojos entreabiertos, aún húmedos, con la sensación de que había muerto alguien que no debió morir así.

Sus hijos entraron.

‑ ¿Qué significa eso? ‑preguntó Paul desconcertado.

Natalie con esa intuición femenina se abrazó a su madre.

‑ Ese hombre pudo haber sido nuestro padre.

La madre se mordió los labios y dos gruesas lágrimas corrieron por sus mejillas.

De eso precisamente quería hablarles. Su padre era un científico, al que sólo le importaban sus conferencias, sus grados académicos. Nunca tuvo tiempo para nosotros. Jamás se acordó de sus cumpleaños. Se pasaba la vida viajando o encerrado en el laboratorio. Nosotros éramos un accidente en su vida. A él no le importaba si ustedes se enfermaban, para eso estaba la esposa, para correr con ustedes para el médico. La familia y todas las cosas de la vida cotidiana eran sólo de mi incumbencia. Él era un hombre superior, arrogante como mi padre. Cuando murió juré nunca más casarme. Sin embargo, al poco tiempo me casé con el que yo creía que era un hombre común, nada de ciencia. En cambio era borracho, mujeriego, y lo peor, jamás los trató como hijos. Duramos poco tiempo. Luego vino el artista, ¿recuerdan?; trató varias veces de suicidarse. Sentía tanta lástima por si mismo que no tenía tiempo para pensar en los demás. Ninguno de ellos fue un padre para ustedes, prácticamente se han criado sin él y la culpable fui yo, que no supe escogerlo.

‑ No digas eso, tú has sido la mejor madre del mundo ‑dijo Paul mientras le acariciaba el cabello.

Natalie hundió la cabeza en el pecho de su madre y dejó escapar un sollozo.

‑ Por eso quería pedirles algo. Ese hombre que nos envió los videos acaba de morir y ...

La voz se le atragantaba, se pasó la mano por la mejilla y recogió una lágrima.

‑ Y estos videos significaban mucho para él, no sé por qué nunca vino a verme, tal vez pensó que lo volvería a rechazar. ¿Quién sabe...? Y ahora nos envía esto: un pasado, el pasado que nunca tuvimos. Y esto es lo que quiero pedirles: quiero que este hombre sea el abuelo de mis nietos. Sé que es una locura, pero creo que es lo único que puedo hacer por él: convertir su sueño en realidad. Él dedicó su vida a nosotros y nos dejó esto como herencia.

Cogió los videos en sus manos y los extendió hacia sus hijos.

‑ Ahora les toca a ustedes decidir.

‑ Yo siempre quise tener un padre así ‑dijo Nataly sin levantar la cabeza.

‑ Si ustedes lo quieren así... ‑y agregó Paul‑ en verdad, ese hombre me simpatiza.

‑ Gracias hijos, averiguaré donde lo enterraron e iré a la tumba a llevarle flores... a mi esposo.

Y alzando la vista hacia sus hijos que estaban de pie.

‑ ¿Ustedes también irán a llevarle flores a su padre?

‑ Claro, mamá, iremos contigo ‑respondieron casi a dúo.