Thursday, March 01, 2007

Reconstruyendo una vida

Todos tenemos un pasado, pero cuan real es ese pasado, cuan vivido o sentido fue. Podemos engañarnos y recordar solo la interpretación de vivencias filtradas por una memoria sentimental. Las vivencias se van borrando de la mente, los recuerdos se transforman, se mezclan con los sueños, con los deseos y se confunden con la imaginación. ¿No puede la mente construir vivencias por analogías, sobre la base de otras vivencias similares, extrapolar paisajes, personajes y acciones, y reconstruir nuevos recuerdos?

¿Podemos afirmar que los recuerdos tengan menos validez que un sueño alimentado durante años? Ese sueño puede ocupar el lugar de los recuerdos y llenar una vida de vivencias (fantasías en las que se cree y se aceptan como reales). ¿Quién diría que nuestro pasado es falso? ¿Las "versiones" de los que nos conocieron? Ellos sólo pueden recordar fragmentos de nuestra vida anterior: aquellas que dan risa o dan pena, y casi siempre aquellas en las que ellos son los protagonistas principales; por que en fin de cuentas son sus recuerdos, las vivencias de ellos.

Podríamos, entonces, llenar nuestra vida de sueños al igual que podemos llenarla de recuerdos. Y aunque nuestro presente este vacío, podríamos refugiarnos en el pasado. ¿Pero que es el pasado? No son recuerdos guardados en forma de imágenes, que serian falsas (sueños) si no fuera porque los lugares existen, no exactamente iguales; nuevas construcciones, ampliaciones, personas que no conocemos. Quien no ha regresado a la ciudad donde nació y se sorprende al ver que los lugares a los que iba de niño ya no existen, e incluso las personas que conoció ya no están y si las encontramos son tan diferentes a las que dejamos. ¿Que nos queda entonces? ¿los recuerdos? Los recuerdos que nosotros mismos hemos fabricado; nuestra versión del pasado.

Y me pregunto: ¿Podrá existir alguien que evoque sus fantasías como realidades y construya su pasado en base a sus sueños?...

Sonó el teléfono; la pared‑pantalla se encendió.

‑ Vamos, Alex; sé que estás ahí; contesta. Vamos, hombre, tienes que regresar con nosotros. Tú eres el mejor, Alex, el mejor componedor de escenas que ha tenido la computer‑films. Hace años que te fuiste y no hemos podido encontrar quién te reemplace. Tú eres insustituible, Alex. Te necesitamos. ¡Qué escenas aquellas! Sólo tú podías lograrlas. Recuerdas cuando...

Se puso de pie y desconectó el aparato, la pared se apagó. Se escuchó el timbre del teléfono, luego la computadora comenzó a emitir un sonido monótono, intermitente.


‑ ¡Malditos!, ¡Cuándo me dejarán en paz! Ya les di suficientes ganancias. Ahora déjenme tranquilo.

Él sabía lo que ellos se proponían, el porqué seguían interfiriendo su línea. Lo estaban provocando para que él los demandara, para así empezar un largo pleito; eso era precisamente lo que ellos buscaban: un largo y costoso pleito, ‑que terminara por agotar sus ahorros‑ y entonces tendría que volver a trabajar para ellos.

Sin embargo, él tenía una computadora oculta que trabajaba fuera de la red. Nadie podía obtener el permiso para instalar en su casa una computadora profesional si no era a través de video‑red, y a esta no le convenía enfrentarse con la computer‑films, pero como él tenía sus contactos, logró obtener el último modelo de computadora y conectarla a una red personal con multimedia, realidad virtual, videos tridimensionales y almacenamiento holográfico. Ellos no podían imaginar que, a escondidas, él continuaba componiendo escenas: las escenas de su vida.

Cuando la conoció, él no trabajaba, era un paria. A pesar de su inteligencia, carecía de voluntad para estudiar alguna profesión seriamente: penoso en extremo, introvertido por naturaleza; prefería pasar inadvertido, siempre solo. La soledad era su refugio, allí construía sus propias películas, era un fanático de los autofilmes, que sólo sus amigos más allegados podían ver, y estos se sorprendían de su imaginación. Así fue como la conoció, alguien le habló de sus películas y quiso verlas; le agradaron mucho sus filmes, y a él le agradó mucho más su compañía.

Era la hija de un eminente científico, autosuficiente y sectarista; detestaba a todo aquel que no fuera científico y sobre todo si era un paria, un sin‑trabajo. La primera vez que habló con él le dijo mirándolo con desdén: "así que usted se considera un hombre común. Usted ni siquiera es un hombre común; es menos que eso: usted es un paria. Un ser que no aporta nada a la sociedad, es nada". Y desde entonces estudió, se esforzó día y noche. Tenía que triunfar, ser alguien, lograr algo en la vida...


Encendió la red y colocó el vídeo a la computadora, la pared‑ pantalla se encendió. Sonrió... era Natalie cuando cumplió los tres años; él la tenía cargada; su esposa picaba el cake; recordó que esa escena la había compuesto cuando dejó el trabajo; ahora venía la parte en que Paul se cae y se embarra de merengue; al principio pensó llorar pero al ver que los demás reían, comenzó también a reir.

Recordó las horas que pasó componiendo esas escenas, no fue fácil simular las imágenes, lograr los efectos de las voces, las expresiones del rostro: darle vida a cada gesto.


Estuvo horas contemplando las películas: sus vacaciones en Suecia, Paul después de mucho esfuerzo, aprendió a patinar sobre la nieve. Natalie, no; ella era más indecisa; en cambio le gustaba mucho hacer muñecos de nieve; en su expresión se reflejaba que nunca antes había visto la nieve.

Se sentía satisfecho de sus montajes, los efectos eran tan reales, que hasta él mismo, a veces, dudaba que no lo fueran. Sólo esa nostalgia que lo embargaba era real. Lo otro no era más que una película, que día tras día, año tras año, había estado construyendo.

Fue hasta el espejo convencido de que algo no andaba bien: "¡cómo me han salido canas!, tengo que actualizar mi imagen en la computadora". Se acordó que Billy debía enviarle los últimos videofotos: también su familia tenía que ser actualizada. El veinticuatro de este mes era el cumpleaños de Paul y pensaba montar una gran fiesta.

Pensó en ella, cuando le dijo que no; él no insistió; era natural que ella lo rechazara, aunque ya entonces era el mejor componedor de escenas de la compañía; a quién le interesaba un hombre como él. No era un científico, es cierto que ganaba mucho dinero y hacía que otros ganaran aún más, pero eso no es todo: él no daba conferencias, no había escrito ningún libro, era nadie; a quien podía importarle. Como era de esperar ella se casó con un científico famoso y tuvo dos hijos: Natalie y Paul. Desde entonces se convirtió en su sombra y su amigo Billy su sabueso, quien cada mes le enviaba los videofotos con los cuales iba reconstruyendo su vida. La razón de su existencia era esa: reconstruir su vida. Qué importaba que cada cual hubiese tomado un sendero diferente: que ella hubiera enviudado, que se hubiera casado, que se hubiera divorciado... Ese era otro destino: la vida a veces no es lo que debía ser y es necesario enmendar los errores del destino.

Los años pasaban, se sentía cada vez más viejo, más enfermo. Los chicos ya eran adultos y seguía componiendo las escenas de su vida. Su enfermedad no tenía cura, y vio el fin acercarse, y filmó la última escena: la de su muerte. Natalie, una joven de catorce años sollozaba con la cara oculta entre las manos. A su lado la esposa, sumamente pálida; detrás cabizbajo venía Paul, convertido en un hombre de diecisiete. De sus amigos sólo Billy se enjugó una lágrima; los demás con sus rostros de hielo, calculaban los millones que dejaron de ganar.

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Abrió el paquete y dentro venían varios videos y una carta, en la que decía:

Cuando tengas esta carta en tus manos, yo habré abandonado este mundo sin dejar rastro. Sólo estos videos, lo único importante que he realizado en mi vida. Son tuyos, tú sabrás que hacer con ellos.

Alex



Ella estuvo horas contemplando los videos, luego llamó a sus hijos.

‑ Miren estos videos y después hablaremos. Estaré en mi cuarto esperando.

Estaba sentada en la cama con los ojos entreabiertos, aún húmedos, con la sensación de que había muerto alguien que no debió morir así.

Sus hijos entraron.

‑ ¿Qué significa eso? ‑preguntó Paul desconcertado.

Natalie con esa intuición femenina se abrazó a su madre.

‑ Ese hombre pudo haber sido nuestro padre.

La madre se mordió los labios y dos gruesas lágrimas corrieron por sus mejillas.

De eso precisamente quería hablarles. Su padre era un científico, al que sólo le importaban sus conferencias, sus grados académicos. Nunca tuvo tiempo para nosotros. Jamás se acordó de sus cumpleaños. Se pasaba la vida viajando o encerrado en el laboratorio. Nosotros éramos un accidente en su vida. A él no le importaba si ustedes se enfermaban, para eso estaba la esposa, para correr con ustedes para el médico. La familia y todas las cosas de la vida cotidiana eran sólo de mi incumbencia. Él era un hombre superior, arrogante como mi padre. Cuando murió juré nunca más casarme. Sin embargo, al poco tiempo me casé con el que yo creía que era un hombre común, nada de ciencia. En cambio era borracho, mujeriego, y lo peor, jamás los trató como hijos. Duramos poco tiempo. Luego vino el artista, ¿recuerdan?; trató varias veces de suicidarse. Sentía tanta lástima por si mismo que no tenía tiempo para pensar en los demás. Ninguno de ellos fue un padre para ustedes, prácticamente se han criado sin él y la culpable fui yo, que no supe escogerlo.

‑ No digas eso, tú has sido la mejor madre del mundo ‑dijo Paul mientras le acariciaba el cabello.

Natalie hundió la cabeza en el pecho de su madre y dejó escapar un sollozo.

‑ Por eso quería pedirles algo. Ese hombre que nos envió los videos acaba de morir y ...

La voz se le atragantaba, se pasó la mano por la mejilla y recogió una lágrima.

‑ Y estos videos significaban mucho para él, no sé por qué nunca vino a verme, tal vez pensó que lo volvería a rechazar. ¿Quién sabe...? Y ahora nos envía esto: un pasado, el pasado que nunca tuvimos. Y esto es lo que quiero pedirles: quiero que este hombre sea el abuelo de mis nietos. Sé que es una locura, pero creo que es lo único que puedo hacer por él: convertir su sueño en realidad. Él dedicó su vida a nosotros y nos dejó esto como herencia.

Cogió los videos en sus manos y los extendió hacia sus hijos.

‑ Ahora les toca a ustedes decidir.

‑ Yo siempre quise tener un padre así ‑dijo Nataly sin levantar la cabeza.

‑ Si ustedes lo quieren así... ‑y agregó Paul‑ en verdad, ese hombre me simpatiza.

‑ Gracias hijos, averiguaré donde lo enterraron e iré a la tumba a llevarle flores... a mi esposo.

Y alzando la vista hacia sus hijos que estaban de pie.

‑ ¿Ustedes también irán a llevarle flores a su padre?

‑ Claro, mamá, iremos contigo ‑respondieron casi a dúo.

1 comment:

Blackbird said...

Me gusto, mas la introduccion, no deje de esribir, sus historias son fascinantes