Wednesday, September 13, 2006

Cazadores de imagenes

Avanza sigiloso por las calles, oteando cada esquina: a veces desciende un poco para observar algo, nada importante, y se eleva nuevamente en busca de mayor visibilidad: las calles están desiertas. Comienza a girar sobre sí mismo. Al fin divisa a un hombre tendido en el piso, desciende hasta pegarse a su cara: es un borracho, nada interesante. Sube, se remonta por encima de los edificios sin rostro, las ventanas cerradas; ni un solo sonido. A lo lejos divisa otra esfera. Se trasmiten mutuamente: es un canal rival, se corta todo contacto y cada cual continúa su camino en busca de alguna noticia sensacional que conmocione a todos y que reporte grandes ganancias.

Envié otro guión para FamaVideo y no me lo aceptaron, ¿qué tengo que hacer para que me lo acepten?

La madre no lo escuchaba, su mirada recorría la pantalla de la computadora revisando las ofertas del servicio de restaurantes a domicilio. Contemplaba el decorado de los platos: "Éste parece sabroso". Presionó el teclado, y se recostó hacia atrás satisfecha, ahora sólo tenía que esperar unos minutos hasta que llegase el pedido al área de recepción, donde el manipulador de alimentos se ocuparía de preparar la mesa, por supuesto que al estilo del restaurante escogido, lo cual requería de cierta ambientación y de un pago adicional, era como comer fuera sin salir de casa. Lo cual le encantaba...

Mami, no me escuchas.

Ella observó a su hijo: "cómo ha crecido, ya casi es un hombre. ¿Qué edad tiene ya? Deja ver...". Consultó a la memoria de la computadora: "¡Dieciséis años! Yo no sé por qué no engorda. Le preguntaré a Sofía si su hijo también está tan delgado, hay que hacer algo para que engorde...".

No vale la pena hablar contigo, tú no escuchas, nunca escuchas.

El joven encendió la pared pantalla y se conectó con la transmisión en directo del programa "La ciudad al desnudo". En la pantalla aparece el tele reportero, esa esfera tan familiar en la vida de todos, y que luego de rotar varias veces, se aleja a gran velocidad. Las oscuras calles quedan al descubierto, la cámara implacable se desplaza, está a la caza de imágenes: Allí estaba la imagen buscada, un hombre se movía entre las sombras. El joven se recostó hacia atrás y se aferró a los brazos de la butaca, era el hombre lobo. Le decían así porque utilizaba unas guantillas terminadas en forma de garras con las cuales desgarraba el cuello de sus víctimas.

Otra vez viendo esa porquería.


El joven no se inmutó, era su padre con la misma cantaleta de siempre.

¡Cuántas veces te voy a decir que todo eso es mentira!, que nada de eso sucede en realidad. Hace tiempo que esa información dejó de ser fidedigna. Esos malditos satélites rastrean la ciudad constantemente y como no encuentran ninguna noticia sensacional, la inventan. Sólo "Canal real", que es el oficial, trasmite con cierto realismo, y para eso funciona tan sólo dos horas al día. ¿Sabes por qué? Porque en las calles no ocurre nada, ¡Nada! Lo que estás viendo son filmaciones falsas, videos elaborados por gentes sin escrúpulos, que pretenden mantener a los tontos sentados el día entero frente a la pantalla haciéndoles creer que esas cosas suceden allá afuera. Hace años que todos los canales están falseando la realidad, a partir de aquellas primeras tomas de violaciones y asaltos en vivo trasmitidas por "Canal real", surgió una explosión de violaciones, asesinatos, robos... Y lo peor es que tienen a la población asustada...

Tú sólo repites lo que dice tu amigo el científico.

Yo no repito nada, y si lo repito es porque es verdad. A ver, ¿cómo tú crees que ese asesino puede estar circulando libremente por la calle sin que la policía lo capture?, y sin embargo, una esferita esta detrás de él filmando todo lo que hace. ¿No es absurdo?

Ahí está el justiciero azul gritó el muchacho emocionado éste es el fin del hombre lobo.

Tonterías, sólo esto me faltaba, tener un hijo retrasado mental y se alejó dando un resoplido en busca de su esposa.

La encontró en el cuarto, pero era como si no estuviera, tenía puesta aquella careta con los dichosos guantes, ella movía su mano enguantada como si cogiera algo, después parecía examinarlo detenidamente, y hacía como si lo colocara nuevamente, volvía a coger otro lo examinaba y pasaba suavemente la mano que descendía sobre el aire.

"Ahora era imposible hablar con ella, debe estar en alguna tienda de ropas haciendo sus compras virtuales".

Ya se iba a ir cuando escuchó un gemido, vio a su esposa alzar sus manos enguantadas, su cuerpo temblaba sin parar.

¡Eh!, ¿a ti qué te pasa?

Pero ella no podía escucharlo

¿Qué te sucede? Volvió a gritarle.

Ella cayó sobre el suelo como empujada por alguien, y se puso bocabajo con las manos sobre la nuca. El se precipitó sobre la computadora y la desconectó, luego se acercó a su esposa y le quitó los espejuelos, sus ojos azules se movían inquietos hacia todas las direcciones, luego la despojó de sus guantes, ella se abrazó a él temblando.

¿Qué te sucedió?

Unos ladrones entraron armados a la tienda y dispararon sobre el guardia y...

También tú crees esas cosas. Te han tomado el pelo, eso que tu viste es tan sólo un programa alterado, es parecido a los virus informáticos, eso es, son como una especie de virus que le han introducido a los sistemas de realidad virtual, y no son mas que delincuentes virtuales o asesinos informáticos...

Ah, esos son los asesinos informáticos.

Siii, pero en realidad no son más que programas elaborados por algún experto con fines comerciales, detrás de eso está la creación de nuevos mercados, por ejemplo ya están a la venta los policías informáticos, que no son más que vigilantes que se ocupan de evitar que esos delincuentes virtuales penetren en el sistema. Por cierto que debes reportarlo no vaya a ser que estén instalados en tu computadora.

¿Tú crees?

Seguro, te aconsejo que llames cuanto antes, si no quieres pasar otro susto.

El muchacho estaba aburrido y se puso a mirar algunos de sus videos, transformaciones hechas, cuando niño, a través del software AutoVIDEO. Allí estaba convertido en Tarzán saltando de una rama a otra, aunque era su rostro actual, entonces tenía diez años, no era ni por asomo su cuerpo. En aquella época él utilizó un programa convertidor que tomaba su biotipo actual y lo convertía en un adulto, por supuesto que su físico era demasiado enclenque por lo que recurrió a otro programa, Sansón el cual después de analizar su estructura ósea y sus músculos, lo sometía a un intenso sistema de ejercicios, hasta transformarlo en un joven atlético. Ahora sólo faltaba sustituir al héroe de la película por su propia imagen computarizada.

Desde entonces fue Tarzán, Superman, Batman... Pero todo aquello pertenecía a su infancia, eran fantasías de niño. Ahora quería algo más real. Contempló su imagen en la pantalla y se admiró de esa corpulencia que nunca llegó a alcanzar por más ejercicios que hizo. Aunque es justo reconocer que jamás llevó a cabo un plan sistemático de ejercicios, siempre careció de voluntad para dedicarse a algo en serio.

Mira Patricio, las cámaras están filmando nuestro barrio, ven para que veas las calles en vivo. Mira, está lloviendo.

¿Lloviendo? A lo mejor sale el asesino de la lluvia. Siempre que llueve torrencialmente aparece dijo el joven mientras se ponía de pie y salía deprisa para la sala.

Bueno no es un aguacero, lo que se dice un aguacero... Está apretando la lluvia, escucha los truenos. Ahora sí, tremendo aguacero.

El padre también corrió hacia donde estaban ellos.

Al fin cometieron un desliz, el observatorio anunció que hoy no llovería. Son unos farsantes.

Una figura con un impermeable oscuro se movía por las calles.

Ahí está gritó el joven.

Ese es... el asesino de la lluvia dijo la madre sumamente impresionada.

No sean idiotas todo eso es mentira, no puede estar lloviendo.

¿Cómo puedes estar tan seguro? preguntó la mujer.

Vengan conmigo les voy a demostrar que todo eso es mentira. Vamos a ver la ventana del fondo, la que da a la calle.

Ambos salieron detrás de él, el joven lanzó una última mirada a la pantalla: el asesino estaba detenido, hundió ambas manos en el impermeable y comenzó a silbar aquella tonadilla...

El padre apretó un botón y apareció una ventana de forma ovalada. No pudo evitar dar un salto hacia atrás: sobre el cristal golpeaban gruesas gotas.

No puede ser...

El joven corrió hacia la sala, la madre detrás. Ella lanzó un grito de horror. El asesino estaba caminando por el frente de la casa.

Esa lluvia es mentira gritó el padre furioso.

Entonces, por qué no abres la puerta y sales a la calle y te cercioras le dijo el hijo en tono desafiante . Mira ahí está, si sales podrás verlo. ¡Vamos sal! ¡Él está allá afuera!

El agua caía a chorros sobre su sombrero, calado hasta las cejas. Sus enormes ojos inexpresivos se abrieron desmesuradamente y un brillo esquizofrénico iluminó su rostro y sus labios se plegaron en una larga sonrisa, aquella enigmática sonrisa que le helaba el alma a los televidentes: ya tenía un plan, sacó su mano del bolsillo, un objeto metálico resplandecía en su mano izquierda. Comenzó a caminar de manera resuelta. La puerta de la casa le quedaba a sólo pocos pasos.

Viene para acá gritó la madre, y se abrazó al hijo.

Esto es una broma de mal gusto, voy a llamar a la policía.

El teléfono no funcionaba.

Míralo ahí, viene a matarnos gimió la mujer sin soltarse del hijo.

Pero... Ya, esto es el colmo. ¿Qué pretenden?, asustarnos. Mañana me voy a quejar a la policía. Mañana van a ver...

Afuera, alguien tocaba a la puerta.

Tuesday, August 15, 2006

Casa muerta

Se mueve inquieto dentro del cuarto; afuera comienza a llover; sabe lo que eso significa, bien que lo sabe; alza la vista y espera. Afuera la lluvia golpea sobre la vieja madera, el techo se queja lastimosamente; espera, de un momento a otro… La lluvia arremete furiosa contra el endeble techo que comienza a dejar entrar gruesas gotas. Corre a buscar los recipientes, empieza la cacería de goteras; después a rodar la cama, no existe un lugar donde se pueda colocar y que no se moje: el agua los tiene acorralados. Toca el colchón, lo que queda de él, y se sienta en una esquina de la cama a contemplar los hilos de agua que se descuelgan y caen, muy cerca, tan cerca que le salpican los pies. Observa cómo se forman los charcos, la casa se inunda; de nada sirve rodar nuevamente la cama, ya no hay escapatoria. Su mirada cansada se detiene en las paredes rajadas; sonríe de infelicidad, podría llorar, ya hay demasiada agua esparcida, y sólo le queda sonreír.

"¡Once horas!, he dormido once horas".

Se puso de pie y salió al pasillo, las luces se fueron encendiendo a su paso, se llevó la mano a la frente.

- ¿Desea algo señor? dijo una voz dentro de la casa.

- Nada, déjame en paz.

- Disculpe volvió a decir la voz.

Se detuvo en la cocina. Estaba limpia, reluciente. Observó el techo, allí jamás caería una gota de agua, recubierto de un material sensitivo, que contenía una red electro¬mecánica la que estaba controlada por un sistema inteligente que era capaz de aprender, a través de una base de conocimientos que se había ido ampliando con el tiempo con la interacción hombre casa. Era a prueba de incendios y de robos. Y si entrar en ella era casi una proeza, salir era totalmente imposi¬ble; y ni qué decir llegar hasta el dueño. La casa era su guardián. Estaba dotada de un sistema de diagnóstico que chequeaba cuando tenía fiebre y hasta si estaba de mal humor, como en este momento, en el que por nada del mundo volvería a importunarle; ahora debía guardar silencio y esperar.

Avanzó hacia el centro, hizo un gesto característico en él; la casa comprendió, inmediatamente se abrió un compartimento y surgió una comida sencilla; conocía muy bien sus costumbres. Se acercó el bocadito a los labios y su mano quedó suspendida en el aire, no podía borrar de su mente aquella pesadilla. Cómo se le podía ocurrir semejante idea, una casa que se moja; eso era ridículo dejó escapar una risita casi inaudible, no para el fino oído de la casa que registraba cada sonido . Mordió el bocadito. ¿Quién era aquel hombre? ¿Por qué cada vez se prolongaban más sus horas de sueño? Presentía que aquel sueño era una realidad para alguien, en alguna parte del mundo, de un mundo olvidado, alguien llevaba una existencia infrahumana y lanzaba su desesperanza al aire, y él por algún hilo desconocido la recibía; recibía la realidad de otro. “¿Otro yo?” Le asustó la idea. No podía estar en los dos lugares a la vez, era absurdo: tenía que ser una pesadilla. Aquel mundo era tan real que cuando despertaba, le quedaba un desasosiego y un estado de ansiedad que le duraba horas, y lo que más lo desconcertaba eran aquellos recuerdos adicionales, que estaba seguro no haber soñado, como la impresión de permanecer durante varias horas en una cola bajo el sol para adquirir los alimentos, así como las interminables esperas para tomar un ómnibus, o las discusiones con una mujer, que debía ser su esposa, que constantemente le estaba reclamando algo, o las riñas entre aquellas gentes que parecían ser familia de ella, no podía precisarlo, así como tampoco podía comprender las razón de tanta violencia; y muy a su pesar esas sensaciones estaban ahí, habitando sus recuerdos; almacenados en su cerebro como reflejo de otra vida.

La casa muy sutilmente le hizo llegar la música de la habitación de trabajo. Eran las nueve y tenía que sentarse a escribir. Avanzó mecánicamente hacia el cuarto. Lo encontró todo dispuesto, las últimas hojas en que había estado trabajando, la computadora encendida, una taza de café recién elaborado, su pipa lista. Sonrió satisfecho. La casa siempre sabía lo que tenía que hacer.

Se sentó ante la computadora a escribir la novela, llamó al sistema GaboCAS, aún no lo dominaba muy bien, anteriormente prefería el sistema PoeCAS. Pero para la novela que estaba escribiendo le ofrecía más ventajas el primero. La trama no era fácil y se le complicaba cada vez más, comenzó a analizar los diferentes guiones que el sistema le iba ofreciendo, revisaba las variantes, le introducía cambios en el argumento, le asignaba nuevas funciones a los personajes, les creaba nuevas situaciones, así hasta obte¬ner un argumento final. No estuvo de acuerdo con el resultado. Revisó la forma en que otros autores habían tratado ese mismo tema a través de la biblioteca InfoCAS, luego de conectarse a la red de computadoras. Resultado: el tema no era nada original. Volvió a comenzar de nuevo, cambiando personajes, tramas. Ahora las ideas sí encajaban, pronto terminó el argumento.
Habían transcurrido más de cuatro horas, sintió hambre. Sólo tenía que hacer un gesto y la casa haría lo demás. Después de trabajar durante varias horas; nada mejor que un buen almuerzo y la casa lo sabía. Solícita preparó la mesa, los brazos mecánicos se agitaban sirviendo, colocando platos por aquí, por allá. Hoy había estado de mal humor, eso quería decir que tendría aún más apetito, y como la casa lo sabía, le preparó una suculenta mesa: dos enormes bistecs, ensalada de frutas, abundantes papas fritas, dulces finos, croquetas de jamón, helado. Se sentó a la mesa poseído de un hambre atroz.

- ¿Dónde está el arroz con los frijoles?

La casa quedó en suspenso, hasta él mismo se sorprendió. El jamás comía frijoles. Estaba seguro que eso tenía que ver con ese hombre, que llevaba una existencia miserable, en aquella casa sin vida. Sintió hambre, un hambre vieja, como si llevara horas, días sin comer y añoró un plato de arroz con frijoles, lo cual era absurdo. ¿Cómo podía estar tan ligado a aquel hombre? ¿Cómo era posible que sufriese como propias sus privaciones, sus desencantos? Y peor aun, su sueño se prolongaba día a día. El antes sólo dormía seis horas durante la noche, desde que comenzaron las pesadillas comenzó también a alargarse su sueño; cada día dormía un poco más. Anoche había llegado a las once horas, estaba convencido de que las pesadillas estaban relacionadas con la duración del sueño: eran las pesadillas las que se prolongaban, las que lo hacían permanecer más tiempo dormido. ¿Y si las pesadillas siguieran extendiéndose? ¿Y si llegara a dormir durante doce, trece o quince horas? Más de la mitad del día. ¡La mitad de su vida! Un leve nerviosismo comenzó a apoderarse de él. No había pensado en eso. ¿Y si el sueño siguiera aumentando, si día a día aumentara un poco más, hasta alcanzar las veinticuatro horas del día? Sintió mareo y un extraño malestar en el estómago. No podía comer, observó el jugoso bistec, contempló las papas fritas, la fuente con las frutas. Sintió una bola en el estómago, algo que le subía hasta la garganta y le producía náuseas. Unas gotas de sudor le corrieron por la frente, su temperatura descendió bruscamente. La casa preocupada retiró la mesa.

- ¿Quiere que conecte el sistema de diagnóstico?

- No, el problema no está en el cuerpo.

La casa lo observaba atentamente.

- ¿Puedo hacer algo por ti?

- No gracias, nada.

La casa seguía observándolo, tomándole la temperatura, analizando su respiración, procesando cada gota de sudor que le brotaba.

Las horas transcurrían lentas y seguras: afuera oscurecía; den¬tro, la casa seguía observándole; esperando una orden, un deseo… Aunque tenía sueño no quería dormir, tenía miedo; miedo a aquella otra vida; era un temor absurdo, pero no podía librarse de la duda: ¿Y si no despertara? ¿Si se quedase para siempre en ese mundo diabólico, llevando siempre aquella vida miserable? Esa sóla idea le infundía terror.

“Es absurdo pensó la pesadilla no puede durar todo el día, simplemente estoy agotado y estoy durmiendo más de la cuenta. No tiene sentido que me preocupe. Esta es mi verdadera vida, aquello es sólo eso, una pesadilla. Una pesadilla tan real que me asusta: puedo oler la humedad de la casa, percibir cada detalle, y lo peor es que siento que siempre he estado allí. Soy un idiota, las pesadillas son así”.

El sueño lo vencía.

- Quiero otra música.

La casa comprendió y enseguida puso otra música, una música más alegre, más movida. Ella siempre sabe lo que debe hacer.

- Café, café bien fuerte.

Recibida la orden, y al momento le sirvió una taza de café. Ahora, la casa esperaba.

“Tengo que controlarme… Una pesadilla no puede vencerme”. Se pasó la mano por la frente, sudaba.

La casa enfrió más el aire, también subió el audio de la música, la luz se hizo más potente.

“No quiero regresar a esa casa horrible, no quiero…”. Sintió como un escalofrío le recorría el cuerpo.

La casa disminuyó el frío, también bajó el audio, y le sirvió otra taza de café.

Se sentía solo, enfermo. Pensó llamar a su amante, miró al telé¬fono. La casa comenzó a marcar un número.

- ¡No, deja! gritó.

La casa interrumpió la llamada.

- Discúlpeme, estimé que eso era lo que usted deseaba.

- En realidad no te equivocaste, sólo que hoy todo es diferente.

Ella guardó silencio, sabía que aquello equivalía a una confesión, y una casa nada podía decir, tan sólo esperar.

Se puso de pie y comenzó a caminar de un lado para otro, mientras repetía.
Once horas, once horas… Por qué siempre tiene que ser la misma pesadilla, la misma…
Ella detuvo la música y guardó silencio. Después de tantos años de procesar sus gustos, de analizar su estado de ánimo, por primera vez no sabía qué hacer y nuevamente esperó.

“Estoy obsesionado con esa pesadilla que me esta destruyendo los nervios, tengo que serenarme, relajarme. No puedo dejarme vencer por ese estúpido sueño. Sólo tengo que acostarme y pensar en cosas alegres; como cuando era niño y… No puedo recordar nada, tengo mucho sueño… Cuando era niño siempre quise tener… El sueño no me deja pensar, los párpados se me cierran. Quiero recordar mi infancia… Los ojos se me cierran… Mejor voy a dormir. Dormir tranquilo, relajado; en un sueño profundo sin pesadillas”.

Entró al cuarto, la cama estaba arreglada, todo dispuesto a su gusto. Se dejó caer pesadamente sobre la cama. La casa comprendió y le puso una música suave a la vez que un aire tenue batía sobre su cuerpo. Pronto se durmió y la casa apagó todas las luces, y se dedicó a velar su sueño. Ahora nada podría despertarlo, la casa se ocuparía de todo: de las llamadas telefónicas, de la puerta, de mantener la temperatura constante, de ahogar cualquier sonido; nada podía perturbarle su sueño. La casa, celosamente cuidaría que así fuera.

Mientras en otra casa; una casa sin luz, las interrupciones eléctricas duraban hasta cinco horas; un hombre, cansado, estrujaba la hoja que había escrito.

“Hoy tampoco podré escribir, nunca terminaré la novela, nunca”.

Todo está oscuro, inmensamente oscuro; en aquella casa depauperada, donde el no es más que un intruso que pretende ser escritor. Y es en esos instantes que la casa se le viene encima, y siente como su espíritu se raja junto a aquellas viejas paredes, que ya no soportan más el peso de aquel techo descolorido. Pero los momentos más angustiantes son cuando llueve; es entonces cuando sobre su alma caen pesadamente gruesas gotas, que le desgarran el pecho y le llenan los pulmones de agua y le dejan como herencia esa tos que no le abandona nunca, ese es su destino vivir encerrado en aquella casa, que huele a abandono, que sabe a muerte.

La cama aún permanece húmeda por el último aguacero. Un mosqui¬to zumba cerca de su oído, se rasca la mano derecha, mientras mueve los pies sin cesar, los mosquitos no lo perdonan. Siente que aquella no es su vida: sensación cada vez más fuerte. Al principio era un sentimiento leve, pasajero; como un estado de angustia que le duraba pocos minutos y luego, era como si volviera a ser él mismo; pero últimamente esa angustia le dura horas; es un sentimiento de inadaptación, de desasosiego; como si esa vida le fuera ajena. Como si aquella casa inhabitable, en la que vive como un agregado, se obstinara en hacerle la vida imposible.

Avanza en medio de la oscuridad, tropieza con unos zapatos rotos que chillan bajo la presión del pie. Tose, lleva meses con ese catarro que no se le quita por falta de medicina. Pone su mano sobre la húmeda pared. Sus ojos comienzan a adaptarse a la oscuridad. Recuerda su hambre, se deja caer sobre una silla solitaria y maltrecha que cruje descontenta, trenza sus manos y las alza hasta el pecho, y apoya su barbilla sobre los nudillos de los dedos. Dentro de su cabeza escucha voces, esta sólo entre aquellas gentes, gentes extrañas. Esa no es su vida, por alguna razón desconocida e inhumana, esta colocado ahí. En algún momento tiene que despertar.

Vuelve a toser, se sopla la nariz. Las voces recorren la casa, una de las voces lo llama por su nombre. El sólo espera: aquellas horas oscuras tienen que pasar, tiene que suceder algo que lo saque de esa pesadilla. Suplica, se inclina hacia adelante y se apoya con los codos sobre las rodillas, mientras hunde la cabeza dentro de las manos.

- ¿Estás ahí? pregunta la voz.

Se tapa con ambas manos los oídos; abre la boca y lanza un grito ahogado que nadie escucha.

- ¿Estás ahí? otra vez la voz.

Silencio, silencio. Alguien sufre el desencanto de una vida ignorada, alguien lanza un grito desesperado desde un mundo olvidado; alguien, alguien se derrumba en una casa muerta.