John se despertó sobresaltado, y mirando al reloj exclamo.
‑ ¡Que barbaridad!, las nueve de la mañana. ¡Helen! ¡Helen! ¿Por que no me llamaste? Por tu culpa me quedé dormido.
‑ ¿Eh? ¿Qué cosa? ‑respondió ella con los ojos semicerrados.
‑ ¡Vamos levántate! Ya son las nueve.
‑ ¿Las nueve? El despertador no sonó ‑Helen cogió el despertador y comenzó a sacudirlo.
‑ Esta parado.
‑ Esta parado, claro se te olvido darle cuerda.
‑ Bah, porque tanto lío. ¿Tú no eres el dueño? Entonces... Puedes empezar a la hora que te de la gana.
Wensi entro corriendo.
‑ ¡John! ¡John! Ven rápido, ¡mira esto!
John salio corriendo detrás de Wensi. Este lo llevo hasta el portal.
‑ ¡Mira! ‑le dijo Wensi mientras señalaba hacia el cielo.
‑ ¿Qué cosa?
‑ Esas luces de colores.
‑ ¡Bah! Un arco iris, y para esto me has hecho correr tanto.
‑ ¡Un arco iris! ¡Que hermoso es! En mi planeta esto no sucede. ¿Como es posible que ocurra? ¿A que se debe?
‑ Yo que se.
‑ ¿Como? ¿Que usted no lo sabe? Eso es imposible.
‑ No lo se, que quiere que le diga.
‑ ELLOS deben saberlo, ELLOS lo saben todo. Acto seguido saco una libreta de apuntes: ¿arco iris?, y al lado trazo un dibujo en forma de arcos y el nombre de los colores.
‑ ¿Y se produce siempre a esta hora?
‑ No, se produce a veces... No siempre...
‑ ¿Como ustedes pueden soportar la ignorancia?
John hizo un gesto de desagrado y guardó. Wensi continúo hablando.
‑ ELLOS, desde que nacen lo quieren saber todo.
‑ No por eso no, aquí también los niños se pasan la vida preguntando.
‑ ¡Ah los niños! ¡Que interesante! ¿Y ustedes responden a sus preguntas? ¿Que le dicen a los niños?
John bajo la vista sin saber que decir, Wensi le hacia pregunta sobre cosas que no tienen importancia y en las que nadie piensa.
‑ Claro que no ‑dijo Wensi‑ si ustedes mismos no saben nada. ¿En que piensan ustedes? ¿Para que tienen el cerebro? ¿Por que derrochan así sus potencialidades?
‑ Mire Wensi, nosotros tenemos muchos problemas en nuestras vidas, para dedicarnos a tonterías. Los productos cada vez son más caros, el desempleo cada día es mayor, la delincuencia aumenta por horas; nosotros no podemos estar pensando en arco iris, ni en cuentos de hadas; tenemos que pensar sólo en una cosa: ¡como ganar más dinero!
‑ Yo sigo sin entender lo que aquí sucede, allá todo es tan claro, tan lógico; aquí todo es oscuro, confuso; no se...
‑ Aquí es la ley del más poderoso; por eso hay que tener mucho dinero, con el dinero todo se compra. ¡Elemental! Wensi, ¡elemental!
‑ ¿Y que es el dinero?
‑ ¡Esto! ‑le respondió John mientras blandía un dólar ante los ojos de Wensi.
‑ ¿Eso? ¿Ese papel? ¿Y es por esos papeles que ustedes luchan? Que absurdo.
‑ No tan absurdo amigo, sin esto, usted no puede ir a ninguna parte.
‑ Yo tengo la solución, porque no construyes una fabrica para producir esos papeles y así lo repartes entre los... como es que ustedes le dicen ... ¿Te acuerdas al que vimos abandonado en la acera?...
‑ Vagabundo ‑le contestó John.
‑ Eso es, entre todos los vagabundos.
‑ Que ingenuo eres, las fabricas de billete las controla el gobierno, ningún particular puede hacerlo. Si no todos fuéramos millonarios.
John entró en la casa y salió poco después.
‑ Voy a darle una vuelta a la farmacia.
Wensi quedó pensativo, tan abstraído estaba que no escuchó los pasos de Helen, que se acercaba; fue el contacto del cuerpo de ella lo que le hizo salir de sus pensamientos. Ella le miraba de una manera extraña.
‑ He venido a pedirte disculpas ‑dijo ella entornando los ojos.
‑ ¿Disculpas, por que?
‑ Es que estuve escuchando la conversación que sostenías con mi esposo.
‑ ¿Y eso que tiene de malo?
‑ Bueno, entre nosotros no esta bien expiar a los demás.
Ella cada vez se le encimaba más, Wensi se corrió un poco.
‑ Mi marido es un hombre vulgar, es incapaz de ver las cosas bellas; en cambio, yo soy muy romántica.
Volvió a aproximarse, sus cabellos rozaban la barbilla de Wensi que parecía no saber que hacer.
‑ ¿Por que me mira con esos ojos asustados? ‑pregunto ella.
‑ Es que no se lo que usted quiere de mi.
Helen lo miró aturdida, sintió deseos de darle una bofetada pero se contuvo.
‑ Nada ‑dijo secamente separándose un poco.
‑ ¿Por que ustedes no tienen hijos? ‑pregunto Wensi.
Ella comienza a frotarse las manos, hizo algunos gestos, luego trato de sonreír.
‑ No nos gustan los niños ‑dijo al fin.
‑ ¡No querer a los niños! Jamás pude imaginar tal cosa.
‑ Muchos prefieren tener perros ‑agrego Helen.
‑ ¿Que quieres decir? ¡Sustituir a un niño por un animal!
‑ Ah Wensi, tu eres un moralista. Dime una cosa: ¿tu eres casado?
‑ No, ‑Wensi bajo la vista, pero enseguida reacciono y sus ojos buscaron los de Helen, quién de nuevo percibió aquel extraño brillo.
‑ ¡Yo soy diferente!
‑ ¿Y que? podrías casarte con un monstruo femenino y tener hijos semimonstruos ‑ella parecía divertirse.
‑ ¿A no ser que ellas no te gusten?
‑ ¿Por que no me van a gustar?
‑ Como son tan horribles.
‑ Y si te dijera que el único monstruo en mi planeta soy yo.
Ella lo observó sorprendida, los ojos de Wensi ahora no brillaban, se veían apagados, tristes.
‑ No te entiendo ‑dijo ella.
‑ ELLOS si me entienden, por eso...
Wensi calló, Helen comprendió que estuvo a punto de confesarle algo importante y decidió hacerle un sondeo.
‑ Háblame de los niños, ¿como son los niños en tu planeta.
‑ Iguales que los de aquí ‑replico Wensi.
‑ No, iguales no. ELLOS son...
Wensi la interrumpió.
‑ ¡Son iguales! ¡Niños iguales! ¡Que importa la raza o la especie! ¡Todos son niños! ¡Todos son iguales! Lo único que los diferencia es la educación que recibe, lo que se les enseña. ELLOS lo saben muy bien; por eso, los más admirados en mi planeta son los maestros.
‑¿Quienes son los maestros? ‑preguntó Helen.
‑ Son los encargados de la educación cultural, moral y espiritual de todos los habitantes, pero para llegar a maestro: primero hay que ser profesor, luego llegar a pedagogo y por último MAESTRO. Estos últimos son los que forman parte del consejo educativo.
‑ ¿Y el presidente? ‑pregunto ella.
‑ No hay presidente, ni ejercito, ni gobierno; solo el consejo educativo, que esta conformado por los grandes maestros más abnegados, los que mayores logros han obtenido, los más excelsos.
‑ Wensi, ¿tu no serás un pedagogo?
Se sintió turbado por un momento y luego respondió con su entonación peculiar.
‑ En todo caso yo sería el antipedagogo.
‑ ¿No entiendo? ‑dijo ella sonriente.
Wensi no respondió, se limitó a mirar una mariposa que revoloteaba en el jardín. Ella al ver que callaba volvió al ataque.
‑ Sabes, tengo la impresión que te consideras un ser malo y eso me da miedo ‑esto último se lo dijo casi al oído, mientras sus senos rozaban el brazo de Wensi.
‑¿Miedo?
‑ Si, nadie sabe lo que puedes querer hacerme.
Wensi contemplo el rostro de ella, vio sus labios abrirse como si fuese a decir algo, algo que nunca se dice, que no hace falta decir: una mirada larga, abrasadora basta. No sabía como pero ella ahora estaba entre sus brazos, fue a rechazarla, pero ella sin darle tiempo lo besó; aunque en realidad a Wensi no le desagradaba su situación se preguntaba que podía ocurrir después. El, ¡precisamente él!, pensando en el mañana, ¡él!, a quién nunca le había interesado el futuro, ¡él!, el hombre sin destino, sin rumbo, sin ideales; ¿por que hacer una salvedad ahora?, ¿por que? La abrazó fuertemente y la besó, sin pensar en lo que era, ni de donde venía.
Ella se separó bruscamente.
‑ ¡Mi marido!, ese ruido es el de su auto.
‑ No entiendo, ¿y eso que importa?
‑ Después te explico.
No demoró en hacer su aparición, y enseguida se les acercó.
‑ Wensi, que idea se me acaba de ocurrir: ¡genial! Escucha, tú sabes que yo tengo una farmacia, y se supone que en tu planeta haya un gran desarrollo, sino tú no estarías aquí, seguramente la medicina esta muy adelantada. ¿No es así?
‑ Si, allá no hay epidemias y los medios de inmunización son constantemente aplicados, además la higiene y el control preventivo que se lleva sobre la población infantil y adulta...
‑ Muy bien, muy bien Wensi; eso quiere decir que ustedes controlan los virus, o sea que tienen sueros para contrarrestar los virus. ¿No es verdad?
‑ Cierto ‑respondió Wensi.
‑ Ahí esta la clave. Y seguramente lo que es malo para ustedes, debe ser malo para nosotros.
Tuesday, June 26, 2007
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