Thursday, May 31, 2007

Ellos(1)

Era una tarde clara, el cielo despejado mostraba todo su azul; a lo lejos una luz rojiza, titilaba en el cenit.

John Star, regresaba a su casa después de haber estado bebiendo en casa de unos amigos. Caminaba sobre un campo desierto.

¿Qué es eso?

Una luz cegadora lo invadía. Todo fue muy rápido. John apenas tuvo tiempo de sentir miedo: presentía que en medio del intenso resplandor algo había descendido. En el cielo se veía aún una luz rojiza, que se ocultaba tras las nubes. Sintió olor a hierba quemada, ahora todo le parecía más oscuro, como si la tarde hubiese caído de bruces.

Allá esta.

En medio de una redondez de hierba calcinada había un hombre. John se le acercó.

¿Quién eres?

El hombre callaba, solo sus ojos le miraban asombrado.

¿Dime de donde vienes? ¿Vienes de allá arriba? y señalaba con el índice de su mano derecha hacia el cielo.

"Seguro que no entiende mi idioma" pensó John.

Por fin el hombre afirmo con la cabeza. John sonrió satisfecho.

"Un extraterrestre".

Ante él tenía un hombre de mediana estatura, trigueño, de ojos grandes y muy abiertos: parecía un niño asustado. A simple vista era tan corriente como cualquiera de la Tierra.

Venga, venga conmigo le dijo John haciéndole señas para que lo siguiera.

Llegaron a un pueblo pequeño de viejas casas.

Venga entre, está en su casa. ¡Helen!, ¡Helen!

¿Qué quieres? responde una voz de mujer.

Ven enseguida.


Hizo su aparición una mujer algo gruesa pero bien formada, de cabellos desarreglados: algunos mechones caían sobre un rostro de facciones duras, donde se mezclaban hastío y cansancio. Le lanzó una mirada indiferente a su esposo.

Mira Helen, lo que ha... bueno... No se como explicártelo. Sabes, viene de otro planeta.

¿Qué dices? Estás borracho.

No, no. Lo que te digo es cierto.

No me digas, quieres burlarte de mí.

No seas idiota. ¡Yo lo vi! vi... Vi la nave. Vi... Vi los hombres que venían con él. Luego lo dejaron y se fueron.

¿Comó era la nave? preguntó ella.

Era grande y redonda... Tenia forma... ¡De platillo! Si de platillo.

Un platillo volador. ¿Eh?

Sí, eso es. Y brillaba mucho.

La mujer se acercó al hombre.

¿Comó te llamas?

Wenseslao Isidoro.

A John se le cayó de la boca el cigarro que acababa de encender.

¿Comó? ¡Entiende nuestro idioma! Exclamo John.

¿Sigues creyendo que es de otro planeta?

Claro mujer, no oíste su nombre: que exótico es. Ese nombre debe ser de otro planeta.

No seas estúpido, he conocido latinos con nombres parecidos. Pero confieso que éste suena horrible lanzó una mirada de superioridad a su esposo . Claro para ti cualquier nombre extranjero puede parecerte extraterrestre, tu no sabes nada de idiomas. No se porque dejé mi oficio de traductora para casarme contigo.

Bah, no vengas con eso ahora. Muy bien que me dijiste, que a ti ese trabajo no te gustaba, que pagaban muy poco...

Iban a comenzar sus discusiones cotidianas cuando se percataron que alguien los observaba. Si allí estaba aquel hombre con sus ojos abiertos de asombro; pasando su mirada, alternativamente, de él a ella y de ella a él.

¡Oh! Disculpe, son cosas normales dijo John . ¿Usted es casado?

No. Respondió secamente el hombre.

Sabes, tienes un nombre muy largo y difícil. ¿Qué te parece si... te llamamos Wensi? Suena más bonito. ¿Verdad?

Cómo quieran.

¿Te gusta el nombre Helen?

Ella haciendo un gesto de indiferencia.

Llámalo cómo quieras. Ven un momento que quiero hablar contigo.

John sabía lo que le esperaba, por eso sin decir nada siguió a su esposa.

Ven acá. ¿Qué piensas hacer con ese hombre?

Psss, habla bajito que te puede oír.

¿Dime? ¿Qué vas a hacer?

¿No te das cuenta? Es un extraterrestre. ¡Un extraterrestre! ¡Seremos ricos! ¡Importantes! ¡Poderosos!

Y tu quieres que te crea la historia del platillo.

Es verdad, yo lo vi. Y ese hombre se quedara a vivir aquí. ¡Me entiendes! ¡Se quedara aquí! Yo no voy a perder esta oportunidad. ¡Me oyes! ¡No la voy a perder!

Eres tan idiota como terco, en fin, allá tu.

La mujer dio media vuelta y se metió en la cocina. John respiró aliviado.

Wensi contemplaba tranquilamente unas flores artificiales.

Wensi mi esposa y yo hemos decidido que te hospedes con nosotros, hasta que decidamos... Este... Qué vas a hacer... Nosotros en nombre de la Tierra te damos la bienvenida y te ofrecemos nuestra casa... Y nuestra amistad.

John se le acercó y lo abrazo efusivamente.

Este es un momento histórico para la Tierra agregó John.

Wensi miraba a John sin parpadear, con esa mirada de asombro que brotaba de un semblante casi infantil.

Dime Wensi, si es que se puede saber, ¿cuál es tu misión aquí en la Tierra?

¿Mi misión?

Bueno... ¿Qué vas a hacer?... ¡A lo mejor yo puedo ayudarte!

Wensi lo miraba fijamente, sus ojos adquirieron un brillo muy peculiar.

Mi misión es muy importante de ella depende la seguridad de la Tierra. Le dijo Wensi con su voz pausada y su marcada entonación.

¿Cuál? ¿Cuál es esa misión? Preguntó John nerviosamente.

Lo siento no puedo decirlo. ¡Es un secreto!

Bueno si es un secreto... ¿Piensas permanecer mucho tiempo en la Tierra?

Tal vez dos meses, depende.

¿Depende de qué?

Wensi sonrió.

Por el momento no le puedo decir más.

Claro usted no confía aún en nosotros. Es natural.

John, me gustaría recorrer la ciudad.

Si, como no. Cuando quiera salimos.

Ahora mismo.

Helem ven acá.

Helem apareció en la sala, en su rostro podía verse un marcado desagrado.

¿Qué quieres ahora?

Helen, Wensi y yo vamos a dar una vuelta. ¿Quieres venir con nosotros?

No gracias, prefiero quedarme aquí tranquila y recalcó el tranquila mientras miraba al visitante que parecía estar ajeno a todo.

¿Vamos en auto? pregunto John.

No, prefiero caminar.

Caminaban por la ciudad llena de vidrieras; entraban en tiendas, farmacias, restaurantes; a Wensi parecía interesarle todo. A veces dejaba escapar un grito de asombro. Pero lo que más le gustaban eran los juguetes.

¡Fantástico! ¿Cómo es posible que a ELLOS no se les haya ocurrido estas cosas decía Wensi mientras sostenía en sus manos un pequeño tren automático.

¿A ellos? ¿Quiénes son ellos?

Wensi contempló a John por unos segundos, mientras sus ojos adquirían ese brillo tan peculiar.

En mi planeta sólo hay dos especies: ¡ELLOS y yo!

¿Dos especies? ¿Ellos? No entiendo.

Es mejor así replicó Wensi secamente.

De pronto Wensi echo a correr y dando un salto felino cayó sobre un muro de casi dos metros de altura con diez centímetros de grosor, luego comenzó a caminar sobre el muro y a dar volteretas, como hacen las gimnastas sobre la viga de equilibrio. Todos los transeúntes comenzaron a amontonarse. John estaba mudo por la sorpresa. Wensi se salió del muro dando un doble mortal de espalda y cayó justamente al lado del asombrado John, después como si nada hubiese sucedido hecho a andar seguido de una multitud de curiosas miradas.

¿Estás loco? ¿Por qué hiciste eso? le preguntó John.

¿Qué cosa? ¿Es que acaso ustedes no corren y saltan?

No, únicamente los locos y los niños hacen tales cosas.

¡Ah! ¡Los niños! Que interesante.

Ya iban de regreso cuando pasaron junto a una fuente, Wensi echo a correr y se lanzó dentro de la fuente.

¡Sal de ahí! estás loco, ¡sal de ahí! le gritaba John.

Wensi salió de la fuente sonriente y chorreando agua.

Hace mucho calor y quería refrescarme dijo Wensi.

Veámonos de aquí, antes que nos lleven presos por alterar el orden.

Wensi comenzó a quitarse la ropa.

¿Qué haces? preguntó John.

Voy a exprimir la ropa.

¡No! ¡Aquí no! Veámonos pronto.

John lo tomo de un brazo y se alejaron apresuradamente.

No entiendo. ¿Qué sucede? preguntó Wensi.

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