Friday, May 25, 2007

Los conquistadores

La imagen del planeta se hacía cada vez más grande. De pie, contemplando la pantalla, el comandante de la nave Richard Yerens; a su lado, sentado frente a los controles, su segundo Jim Reagan.

Aminora la marcha, comenzaremos a gravitar alrededor del planeta.

Reagan lo miró con frialdad y luego sonrió con cierta ironía. Richard Yerens fingió no notarlo, y se limitó a observar tranquilamente como Reagan ejecutaba la maniobra.

Richard Yerens era un hombre alto, media aproximadamente 6,4; de espaldas anchas, sus ojos eran negros, también su cabello era negro y muy rizado.

Ahora la nave giraba en torno al planeta, mientras su velocidad iba decreciendo.

Inmediatamente en la sala de control fue apareciendo el resto de la tripulación. Jim Reagan sobresalía sobre todos por su elevada estatura y su gran fortaleza, solo comparable a la de Richard Yerens, era un perfecto aventurero: fue piloto de la nave turística "Diversión", que realizaba viajes a Marte; ha sido expedicionario de viajes intergalacticos y estuvo mezclado en asuntos poco claros, de tráficos ilícito de objetos valioso, del cual salió absuelto. A su lado y haciendo un trágico contraste se encontraba Michel Steve, bioquímico, era un hombre extremadamente pequeño, parecía una miniatura al lado de Reagan, por el que sentía una gran admiración. De Steve, se puede hablar muy poco: un hombre solitario, de temperamento nervioso, de salud muy delicada. Algo mas separado se encontraba Peter Gordon, geofísico, era un hombre de estatura mediana, grueso, rechoncho; se movía pesadamente, tenía la manía de estar constantemente acariciándose su voluminosa barriga; era casado, no tenía hijos, según él, detestaba a los niños; pero hablaba con admiración de su perro, y sobre todo de las comidas, que era lo que más añoraba de la Tierra; desde que estaba en la nave todos sus alimentos eran jugos, pastillas concentradas, vitaminas; hacia años que no veía un jugoso filete; por eso ahora miraba al planeta con cierta esperanza; era el mas viejo, había cumplido 49 años.

Con un libro en la mano, absorto contemplando el planeta, estaba Alfredo González, psicólogo, también de mediana estatura, más bien delgado; nunca se había casado. Era el más joven con 30 años.



Frente a ellos se encontraba Richard Yerens, ingeniero en naves cósmicas, formó parte de las naves de rescate cuando la catástrofe ocurrida en Venus; fue condecorado por su heroísmo. Tiene una larga experiencia en viajes cósmicos.

Richard Yerens señaló hacia la pantalla, allí se divisaba un planeta de color verdoso.

Sin dudas debe haber vida exclamo Alfredo.

Eso creo yo también dijo Richard Yerens pero debemos tomar las precauciones necesarias, enviaremos la nave automática VIGIA VII, para que inspeccione el planeta.

Reagan, después de mirar a Richard Yerens con cierta ironía, dijo.

Debe estar habitado por monos luego dejó escapar una sonrisa sarcástica y se alejó.

El VIGIA VII había despegado. Era una nave provista con todo el equipamiento necesario: equipos de medición, radares, receptores especializados, procesadores automáticos los cuales eran controlados por una computadora que enviaba las señales con la información del planeta para la computadora principal que estaba en la nave, desde donde a través de una pantalla podían ver las imágenes del planeta; además existían otras pantallas más pequeñas.

Todos estaban pendientes de los informes del Vigia VII. Había expectación; de todos, Alfredo, parecía el más excitado.

Llegaban las primeras imágenes del planeta: el mar, un mar azul; bosques verdes; todo igual, igual a la Tierra...

Reagan decidió darse un baño, estaba cansado; llevaba varias horas contemplando aquel planeta, debía descansar, pronto la nave Vigia VII, comenzaría a trasmitir datos específicos sobre el planeta; y eso era lo que a él le interesaba, y no aquellos paisajes estúpidos. Se detuvo ante el espejo, luego se quito el suéter y comenzó a tensar sus músculos, sonreía satisfecho de sí, se recreaba contemplando sus poderosos bíceps, sus anchas espaldas, sus salientes dorsales. Luego acercó su rostro al espejo; contemplo sus ojos azules, su larga melena rubia; alguien dijo una vez que él era el biotipo perfecto: pudo haber sido actor de cine, modelo, luchador; cualquier cosa, con sólo el proponérselo. Estaba acostumbrado a sobresalir en tamaño y fuerza sobre todos los hombres, en todos sus vuelos jamás había coincidido con uno de su talla; ningún hombre osaba enfrentársele, y siempre era él quien dirigía las naves. Pero esta vez era distinto, otro hombre comandaba la nave, otro hombre que le igualaba en fuerza y estatura, y que para colmo era negro.

Asqueroso, puerco. ¿Cómo te atreves a darme ordenes? gruño entre dientes.

La expedición aunque fue financiada por la compañía Slip, era controlada por la UMAC (Unión Mundial de Academias de Ciencias). Los objetivos del vuelo fueron definidos en la V conferencia mundial de academias de ciencias, donde se planteó la necesidad de la comunicación intergaláctica con fines pacíficos, dichos objetivos eran.

1. La comunicación con otras civilizaciones.

2. En caso de no existir civilización. Estudiar si el planeta puede ser habitado por los terrestres.

3. En caso de no haber vida, ni ser posible vivir en él. Analizar sus riquezas naturales para su posible explotación.

Fue precisamente el tercer punto él mas debatido, no llegándose a un acuerdo sobre quienes explotarían el planeta, y como se repartirían los beneficios; ya que no siempre los recursos estaban en mano de los científicos, sino en mano de las grandes compañías como la Slip, primer productor mundial de naves cósmicas con fines comerciales y turísticos.

Comenzaron a llegar los primeros datos del planeta, abundante oxigeno, temperatura de 28 C, grandes yacimientos de Urano, petróleo, metales...

Reagan se acercó a la pantalla pequeña donde iban apareciendo las cifras. Alfredo lo observaba con cierta desconfianza, fue entonces cuando se escuchó una exclamación de asombro, en la pantalla aparecieron seres moviéndose, con figura humana, la imagen se fue acercando. ¡Eran seres humanos! Vestían unas túnicas largas, de color enterizo, de gran sencillez y elegancia. Su vestimenta recordaba la utilizada en la antigua Grecia; y algo que llamó la atención de Alfredo era el hecho de que nadie portaba armas. El lugar era como una plaza, donde parecían concentrarse los habitantes. Las construcciones, también antiguas, semejantes a templos o liceos: escalinatas, enormes columnas, grandes estatuas; y era precisamente a esos templos donde todos se dirigían, distribuyéndose entre los siete templos. Con pasos lentos subían la escalinata y penetraban dentro; pronto la plaza queda desierta. Irrumpida solo por una pareja que cogida de la mano subió apresuradamente las escaleras del último de los templos, el que cerraba el círculo. Un profundo silencio lleno la calles; calles vacías, abandonadas; el viento soplaba y levantaba un frágil pañuelo azul, lo alzaba y lo dejaba caer suavemente, lo hacía rodar más y más, alejándolo. También la ciudad se fue alejando hasta borrarse. Ahora en la pantalla se veían montañas, pequeños bosques, grandes ríos, cataratas. Luego apareció una planicie en forma de meseta rocosa.

Ahí aterrizaremos dijo Richard Yerens.

La nave se posó suavemente sobre la gran meseta. Reagan comenzó a prepararse para bajar a tierra, pero Richard Yerens lo intercepto.

Todavía yo no he dado la orden de salir: Hay que esperar que el Vigia VII reconozca todo el planeta.

Reagan hizo un gesto de repugnancia y le dio la espalda.

Alfredo se le acercó a Richard Yerens y le preguntó.

¿Que piensas hacer?

De momento estacionar el Vigia VII sobre la ciudad, así nos ponemos al día sobre las costumbres del planeta. ¿Te parece bien?

¡Magnífico!

Richard Yerens después de sonreír, se alejó erguido con su paso seguro: "Que hombre más noble", pensó Alfredo. Ahora estaba sólo frente a la gran pantalla, los demás estaban preparando los equipos para las mediciones y las pruebas que se iban a realizar, el no, su misión era la civilización; a ellos le tocaba analizar el planeta, su ecosistema, sus recursos, a el los seres que la habitaban; su inteligencia, su desarrollo, su cultura.

"Al fin ahí están". Los ojos de Alfredo se iluminaron de alegría, ahora estaba sólo, frente aquel mundo que lo fascinaba. Se les veía pasear por las calles, con ese caminar majestuoso; se saludaban inclinado la cabeza con cierta elegancia. Se podían ver sus rostros, con aquel semblante bondadoso, sosegado y aquellos ojos que, sin dudas, eran el reflejo de almas limpias, de personas que nunca habían conocido el odio, ni la guerra; ojos donde brillaba la inocencia, la ternura. Sintió una gran admiración por esos seres pacíficos, que vestían con tanta sencillez y que penetraban en sus templos cogidos de la mano.

"Que distinto es aquí todo" y cual no fue su asombro al ver a los mayores saludar a los niños con igual respeto y estos responder de igual forma. Y las mujeres tan sencillas y bellas. Vio una mujer de cabellera negra, larga; vestida de azul, que se acercaba, caminaba despacio, mientras el aire despeinaba caprichosamente sus largos cabellos cubriéndole el rostro. Ella avanzaba impulsada por ese viento que la hacía flotar dentro de su traje azul. Se detuvo, con ambas manos se alisó sus cabellos descubriendo su rostro.

Alfredo se estremeció, parecía como si ella lo estuviese viendo, sentía su mirada sobre él. Sintió pasos alguien se acercaba, se volvió, era Jonh Reagan, rápidamente corrió a su encuentro.

Que tal Jim. ¿Cómo estas?

¿Eh y ese saludo a que viene? pregunto Reagan sorprendido.

Nada, cosas mía, bueno... ¿Que haces?

¿Oye que tu estabas mirando?

Yo...pues...nada, los... los seres del planeta.

Ah, déjame verlo, me interesan.

Bah, no vale la pena, siempre lo mismo.

Vaya parece como si tuvieras miedo de algo...

Reagan dándole un empujón se acerco a la pantalla, Alfredo corrió tras de el, sentía una extraña preocupación.

¿Que tú mirabas con tanto interés? Yo no veo a nada.

No había nadie, todo desierto. ¡Ella no estaba! Respiró aliviado.

Las cámaras del Vigía se desplazaban por las calles solitarias, solo un niño jugaba despreocupadamente con algo muy brillante. Jim apretó una tecla y la imagen comenzó a agrandarse.

Gordon, Steve corran a ver esto.

En sus manos el niño tenía una piedra o un cristal que reflejaba diferentes colores.

¡Un diamante! exclamó Steve.

Nunca he visto nada igual decía Gordon, mientras frotaba sus manos regordetas.

Ya están listos para bajar a tierra era la voz de Richard Yerens.

Pocos minutos después todos se encontraban sobre la superficie del planeta, sentían sus cuerpos pesados y caminaban con dificultad, el viento era fuerte y arrastraba consigo unas pequeñas florerillas blancas; y algo que solo Alfredo vio, traído por el viento, el pañuelo azul quedo preso entre unas ramas; se debatía inútilmente; Alfredo lo cogió con cuidado, su corazón latía apresuradamente; como un ladrón lo ocultó. Miró el azul del cielo. Respiró profundo, sus pulmones se llenaron de oxigeno. Respiraba aquel aire puro, fresco; mientras las florerillas blancas caían, caían posándose sobre sus cabezas, sus hombros o golpeándoles suavemente a la cara. Sentía como el aire le silbaba a los oídos y le susurraba un nombre, un nombre de mujer. Inconscientemente hundió la mano en el bolsillo y apretó el pañuelo. Tenía un presentimiento; quizás era infantil. Pero sentía algún poder oculto, y más tonto aun: le parecía estar en un planeta encantado.


No se alejen mucho, tomen algunas muestras del suelo y sobre el contenido de oxigeno en la atmósfera y regresemos no debemos exponernos demasiado a los rayos solares era la voz de Richard Yerens.

Y pensar que este planeta será nuestro esta vez fue Reagan quien hablo.

¿Como dijiste? le pregunto Richard Yerens, torciendo su grueso cuello, para mirarle al rostro.

Lo que oíste, ya estoy cansado de recibir tus ordenes, mírame yo soy rubio y de ojos azules, mírame bien, como tu vas a mandarme a mi. ¡Yo soy el representante de la compañía Slip! Y tengo órdenes precisas. Escucha negro, este planeta va a ser colonizado por ellos, o por que tú crees que financiaron este viaje. Esto es un negocio, y hay millones de dólares por medio. Todos seremos ricos. Este planeta será nuestro. La Tierra esta agotada en cambio, este planeta es virgen. Aquí crearemos el más grande imperio intergaláctico que jamás se halla conocido...

Basta ya Reagan. ¡Nadie! ¡Me oyes! ¡Nadie, someterá este planeta! ¡Y tú! ¡Tu! ¡Jim Reagan! ¡Rubio y de ojos azules! ¡Blanco engreído! Tendrás que obedecer mis órdenes, por las buenas o por las malas.

Y diciendo esto se desplazó rápidamente poniéndose frente a Reagan, a la vez que se cubría con ambas manos en posición de defensa. Reagan observó la guardia cerrada de Richard Yerens, observó sus piernas ambas apoyadas sobre las puntas de los pies: sin dudas había practicado boxeo. Todos estaban expectantes, ambos eran corpulentos, y tenían la misma estatura. Era un duelo entre dos colosos, a nadie se le hubiese ocurrido intervenir. Los tres juntos; el pequeño Steve, el panzón de Gordon o el delgado Alfredo; nada podían hacer, ante aquellos dos gigantescos rivales.

En el rostro de Reagan apareció su característica sonrisa irónica.

Ganaste negro, yo no tengo prisa por romperte la cara.

Y luego lanzó un escupitajo, haciendo esa mueca habitual
En el, mientras dirigía sus pasos hacia la nave.

Regresamos a la nave grito Richard Yerens.

Esa noche Alfredo no pudo dormir, le preocupaba lo sucedido, temía que algo terrible ocurriera.

Alfredo se levantó más temprano que el resto de la tripulación. Estaba sólo, frente a la gran pantalla, contemplándolos, como tranquilamente se paseaban por su ciudad, como se saludaban majestuosamente y aquellos rostros donde siempre aparecía dibujada una sonrisa, en todos sin excepción, y ese brillo de los ojos. Aquel mundo feliz, ahora estaba en peligro: ellos, los terrícolas, venían a perturbar su paz.

¿Qué te parece Alfred?, hemos descubierto una sociedad antigua, tan antigua como la milenaria Grecia era la voz de Richard Yerens.

No lo creo así, tengo la impresión que es una sociedad estancada, que por alguna razón no siguió progresando técnicamente. Es más, esto es solo una corazonada, pero estoy casi seguro que esta civilización en muchos aspectos nos supera, y que la vida surgió aquí antes que en la tierra.

Alfred, eres un idealista empedernido. Tienes que ver las cosas tal como son. Esta es una civilización que esta comenzando ahora. Ellos están en una época equivalente a la Grecia antigua. Con el tiempo y con nuestra ayuda seguirán progresando hasta alcanzar nuestro desarrollo actual.

¿Cual ayuda? La que piensa darle Jim.

Descuida, Reagan hará lo que yo diga.

Pero Alfredo ya no le escuchaba, allí estaba ella.

Reagan se encontraba reunido con Gordon y Steve.

Hasta cuando vamos a estar recibiendo ordenes de ese negro. Nosotros hemos sido enviados aquí por la compañía Slip. El objetivo de este viaje es conquistar nuevos mundos, crear colonias, y nosotros hemos sido los primeros en llegar. Nosotros representamos la civilización, el progreso, el desarrollo tecnológico. Nuestra verdadera misión es colonizar este planeta y convertirlo en una "Nueva Tierra", en un planeta próspero y desarrollado...

Pero la academia de ciencias dice...

Al diablo la academia. Escucha Steve, este viaje fue financiado por la compañía Slip, y ellos no invierten por gusto, ellos saben lo que están haciendo. Nosotros sólo tenemos que informarles a los científicos que en este planeta no hay vida y que carece de recursos naturales. Eso, que es un planeta estéril y la compañía se encargará de lo demás.

¿Que es lo demás? pregunto Gordon.

Je, je... El transporte del personal que poblará el planeta. Claro, antes hay que crear ciertas condiciones...

Mientras ajeno a todo.

Mira Alfred, parece como si estuvieran jugando, observa como los adultos y los niños corren detrás de algo,...¿Y ese objeto? Alguien lo lanzó. ¿No entiendo? Lo lanzan sin apenas tocarlo. ¿Y los movimientos del objeto son irregulares? ¡Ya se! Es un boomerang.

No, ese objeto vuela. Ellos no lo tocan. Se eleva solo.

Debe ser el viento.

No lo creo, observa los árboles, apenas se mueven.

¿Entonces que es? ¿Una nave en miniatura? dijo Richard Yerens en tono burlón.

No lo se, sólo se que vuela.

Mira esta brotando agua de la tierra.

Es un chorro enorme, esta tomando una altura increíble. Asombroso se esta abriendo como una gigantesca flor.

Parece una fiesta, observa como se bañan.

Sabes Yerens, a mi me da la impresión de un planeta...dirigido por alguna fuerza o conciencia... es algo vago, sutil. Pero estoy seguro de que siento algo dentro de mí, que me conecta a este planeta.

Si ya me di cuenta. La chica del vestido azul, vi. como te miro.

¿Te distes cuenta? Ellos parecen vernos.

Alfred era solo una broma, solo la vi alzar la vista y mirar hacia adelante, y te vi a ti sonrojarte. Eso es todo.

A lo mejor...

Alfredo prefirió callar. Ahora ambos observaban atentamente las imágenes de la pantalla. Lo que más abundaba en el planeta era el agua, por doquiera aparecían lagos, ríos, cataratas. El agua cubría todas las extensiones de tierra, incluso la vegetación crecía dentro del agua; algunas plantas eran tallos que formaban una capa de colores, que flotaba sobre el agua; en todos los arbustos predominaban las flores, las hojas apenas se distinguían; o tal vez, hojas y flor, eran una misma cosa.

A veces emergía del agua alguna cabeza oscura y luego volvía a zambullirse; o se podía ver alguna figura alargada desplazarse ágilmente por la superficie del agua; o ver saltar sobre el agua pequeños peces voladores, que planeaban sobre la superficie y luego amarizaban a gran velocidad. Parecía como si la vida allí solo fuese posible en el agua. Y los humanos que habitaban ese planeta se pasaban horas y horas bañándose en los lagos y ríos, y lo más increíble era su capacidad para detener la respiración, podían permanecer debajo del agua durante casi una hora.

Bueno voy a descansar un rato dijo Richard Yerens.

Alfredo ni se movió, seguía allí esperando, sabía que de un momento a otro volvería a aparecer. Lo presentía. En la pantalla
La vista quedo inmóvil, fija, solo se veía una figura que se iba
Acercando, que se veía cada vez más y más grande.

"Ella... Es ella."

El fijó sus ojos en los de ella y sintió su mirada sobre él, el corazón le latió apresuradamente.

"No puede ser" pensó "Yerens tiene razón, ella no puede verme". Cerró los ojos unos segundos y los volvió a abrir. Ella no estaba. "Oh no". Recordó que en los últimos tiempos estaba padeciendo de extrañas alucinaciones de carácter místico. Y lo ocultó celosamente en las entrevista con el psicólogo; sabía que eso le costaría no hacer el viaje. Además durante la etapa de entrenamiento las alucinaciones habían desaparecido. Pero... Ahora, otra ves, sueño y realidad se fundían.

Afuera oscurecía, a través del cristal de la pantalla, se veía totalmente desplegado un cielo color malba, salpicado de gris y surcado por rayas anaranjadas. La nave semi iluminada, absorbía los colores de la tarde. Alfredo cansado, se durmió, mientras las últimas luces de la tarde lo envolvían en suaves colores.

Alfred, Alfred, despierta.

¿Eh? ¿Qué?... ¿Qué pasa?

Se han ido. ¡Todos se han ido! Mira lo que dejo Reagan.

Le tendió un papel a Alfredo.

Negro cochino, te espero en el planeta, para ajustarte las cuentas. Espero que no intentes escapar. La compañía Slip lo tiene todo previsto, el planeta ya es nuestro. Y tu negro asqueroso, prepárate a morir junto a ese idiota.

Jim Reagan.

Esto es horrible, seguramente estarán armados, habrá que luchar, y ... Tendremos que matar.

Que otra cosa podemos hacer Alfred.

Nunca he sido un hombre de acción. No se que hacer...

Tienes miedo pregunto Yerens con voz de susurro.

Si tengo miedo, pero no es a la muerte, no es a eso, es a algo mas horrible que la muerte; algo que me inhibe, que me paraliza, que me hace sentirme pequeño... Yo no puedo Yerens, lo siento, pero no puedo.

Bueno iré yo sólo.


Instintivamente ambos volvieron la vista hacia la pantalla. Allí estaban los nativos, tomados de la mano, saltando como gacelas, dejándose caer desde grandes alturas sobre el lago. Ellos inocentes a todo, se divertían, sin saber que su civilización seria aniquilada, destruida. Pronto no serian más que una colonia de la compañía Slib, y dejarían de ser felices para siempre.

Yerens, voy contigo.

Antes de salir Alfredo lanzó una ultima mirada a la pantalla y vio una figura distante; una mujer sola, vestida de azul. ¡Ella!

Llevaban rato caminando por la superficie del planeta. Seguían las huellas de Reagan y el resto de la tripulación. Cansados se detuvieron.

Te das cuenta Alfred las huellas se dirigen hacia las montañas rojas. Es una emboscada. Daremos un rodeo y le entraremos por la parte mas alta luego de respirar profundamente agrego. Los sorprenderemos Alfred.

Se pusieron en marcha. Delante subía Richard Yerens, algo más rezagado y completamente extenuado venía Alfredo: sentía que no podía más, que de un momento a otro rodaría cuesta abajo. Subía; cada vez mas fatigado, el sudor le corría por la frente se le metía en los ojos; las manos le dolían. El ascenso se hacía cada vez más difícil; ya no podía más, no podía más. Del otro lado estaban los habitantes del planeta y también del otro lado de las montañas rojas estaba ella. Había que subir, tenía que hacerlo... Ya casi estaba llegando. Un poco más... Otro poco mas... El dolor, el cansancio... Un poco más.

Dame la mano.

Vio la mano de Richard Yerens acercarse hasta su frente. ¡Al fin había llegado! ¡Lo había logrado! Miró al otro lado, se veía un gigantesco lago azul bordeado por un bosque de colores.

Llegamos a la cima, ahora nosotros lo atacaremos por la retaguardia. Alfred ve tú por ese costado que yo iré por este. Y recuérdalo: esto es una guerra; dispara sin contemplación.

Alfredo bajaba lentamente moviéndose hacia la izquierda, por suerte la montaña en esa parte era menos inclinada, por lo que no era difícil el descenso. De ves en cuando se detenía detrás de algún peñasco y observaba con el fusil listo para disparar, luego avanzaba otro tramo hasta encontrar otro lugar donde guarecerse. Fue entonces que vio a una figura que se movía, le apunto cuidadosamente, era Steve. Alfredo seguía apuntándole, Steve se dirigía precisamente hacía donde el estaba... Alfredo seguía apuntándole. Steve se detuvo petrificado, el arma se le cayó de las manos. Alfredo bajo lentamente su fusil, miró entre apenado y confundido a Steve, que no hacía mas que temblar. Se escuchó un disparo; Alfredo sintió que se le nublaba la vista y rodó por la ladera arrastrando consigo piedras rojas.

Reagan, instintivamente se ocultó detrás de la roca al ver la imponente figura de Richard Yerens descender a toda prisa tratando de llegar hasta el cuerpo ensangrentado de Alfredo. Regan le apunto y disparo, Richar Yerens sin dejar de descender abrió fuego, obligando a Reagan a ocultarse, corría encorvado ocultándose detrás de las rocas. Se detuvo y abrió fuego sobre Reagan el cual se ocultó detrás del peñón que lo protegía. Richard Yerens observó a su amigo, que estaba a sólo unos metros de él, aun estaba vivo. Tenía que socorrerlo, pero... ¿Como llegar hasta él? En todo el trayecto no había una sola roca detrás de la cual ocultarse. Tenía que llegar hasta allí, cargarlo y luego ocultarse detrás de una loma de piedras que estaba muy cerca de Alfredo. ¿Si el pudiese arrastrarse hasta allí? Pero no podía, estaba agonizando. Sin pensarlo disparó sobre Reagan para obligarlo a ocultarse y luego echo a correr a toda velocidad, las balas le silbaban cerca de la cabeza, se lanzó sobre el cuerpo de Alfredo, ahora solo quedaba cargarlo y correr hacia la loma de piedras y ocultarse detrás de ellas. Pero no hizo más que coger el cuerpo de su amigo, cuando una bala le entró por la espalda y le salió por el pecho derribándolo. Otros disparos hicieron diana sobre su cuerpo hasta dejarlo inerte.

Fue entonces que aparecía triunfante la figura de Jim, el conquistador.

¿Donde esta Gordon? pregunto Reagan.

No... No... No se balbuceo Steve.

Debe estar por ahí escondido. Eh. Yo solo he ganado la guerra. ¡Yo solo! después lanzo un escupitajo hacia el lugar donde estaba tendido Richard Yerens.

Steve chequea haber si están muertos.

Steve descendió y se acercó con mucho cuidado primero a Richard Yerens y después a Alfredo y luego de examinarlos.

El coman... el negro esta muerto, el otro esta agonizando.

Reagan lanzó su mirada victoriosa sobre el planeta, y una sonrisa de satisfacción lleno su rostro. Sintió que alguien se acercaba se viró rápidamente apuntando con su fusil.

No dispares, soy yo Gordon.

Bien ya estamos todos. Regresemos a la nave.

¿Y que hacemos con el otro?

¡Remátalo!

Steve se acercó a Alfredo, alzo su fusil. Le pareció que quería decirle algo, y se alejó apresuradamente.

No hace falta, ya esta muerto.

Caminaban en hilera, delante Reagan, detrás cabizbajo Steve y algo rezagado le seguía Gordon, quien sudaba copiosamente. Avanzaban silenciosos; hasta que Reagan con su voz grave entono una canción; y al unísono una orquesta de estruendos retumbó en lo alto; todos miraron al cielo, estaba completamente oscuro; enormes nubes negras se arremolinaban y poco a poco lo iban cubriendo todo, convirtiendo todo el espacio en una bóveda negra. Sólo algún rayo escapado de sus entrañas podía rasgar el manto negro por unos segundos. El aire se hacia cada vez mas denso. Más húmedo. Se hacía difícil respirarlo.

Apúrense, apúrense grito Reagan.

La oscuridad era total. Y a ella se le unió una furiosa lluvia. Sobre ellos caían enormes gotas; caían una tras otra, como gruesos chorros de agua. En pocos segundos sus ropas estaban totalmente empapadas. La lluvia golpeaba persistentemente sobre sus cabezas, les golpeaba el rostro con fuerza. Steve sentía que iba a caer bajo el peso de la lluvia. No veía nada; caminaba pesadamente hundiéndose en los charcos. Gordon caminaba como un ciego, con los brazos extendidos; respirando con dificultad, cada vez con más dificultad; intento gritar, pero los pulmones se le llenaron de agua, se asfixiaba. No había oxigeno, sólo agua y más agua; desesperado se llevó ambas manos a la cara tapándose la boca y la nariz; fue entonces cuando vio una sombra gigantesca, que la lluvia caprichosamente trataba de borrar: ¡la nave!

Ahora la tripulación dormía, después del agitado día dormían profundamente. Reagan fue el primero en despertarse y fue enseguida a la pantalla para ver si aun llovía. Era aun de noche pero ya se percibían las primeras luces del alba. Se escuchaba un raro sonido, John subió el audio para escucharlo mejor; era el misterioso ruido del fluir de las aguas: el constante gotear de los árboles aun mojados, y de los veloces ríos que se estrechaban o ampliaban caprichosamente. Reagan sonrió, era obvio, en un planeta donde predominaban los lagos y los ríos, era lógico que sus lluvias fueran torrenciales; lluvias nunca vistas en la Tierra; lluvias mortales



Ya estaban todos despiertos, a Reagan le bastó una rápida mirada para darse cuenta del estado de ánimo de sus compañeros de viaje.

¡Miren eso! y señalo con su dedo hacia la pantalla . Somos los dueños de ese mundo. Seremos sus dioses, sus amos. Nosotros somos la civilización, el desarrollo, el poder. Miren esas mujeres. ¡Que cuerpo! Se arrodillaran ante nosotros. Seremos ricos. Y tendremos el honor de ser los primeros. ¡Los conquistadores!


Mientras ellos, los nativos, ajenos al peligro que les acechaba, seguían sus juegos, sus extrañas entradas y salidas de los templos blancos; con su rara manía de entrar siempre por parejas al templo más alto y blanco de todos.

Partiremos en una nave de reconocimiento, y descenderemos lentamente en el centro de esa ciudad. Quiero que todos nos vean, que vean como descendemos del cielo. Quiero que nos adoren como a dioses. Se imaginan nosotros convertidos en dioses. Crearemos un mito. Cambiaremos el curso de la historia.

Volvió el rostro a la pantalla y sus ojos azules brillaron, mientras se mordía los labios instintivamente.

¡En marcha! gritó a todo pulmón.

La pequeña nave salida de las entrañas de la nave madre se elevaba como un gavilán plateado; tomaba altura, para luego lanzarse en picada; y abrir sus terribles garras de hierro, y clavarlas sobre la tierra; y succionarlo todo; y arrasarlo todo.

Dentro de la nave ya todos se creían dueños del planeta. Cada uno se sentía como un dios en su trono: dando órdenes y disfrutando del goce de los placeres. La nave descendía y dentro los dioses terrícolas; enviados del cielo.

Como de costumbre Reagan fue el primero en descender de la nave, detrás atropellándose uno a otro: Gordon y Steve. Habían aterrizado en el medio de la plazoleta. Pero para asombro de todos la, ciudad estaba desierta.

Caminaban por las calles desiertas: nada, nadie. Soplaba un viento fuerte, húmedo. Peter Gordon miró nerviosamente hacia el cielo; ni una sola nube negra, solo el azul del cielo, con una confusa tonalidad violeta.

Parece que todos se escondieron dijo Reagan . Entremos en ese lugar.

Y señaló hacia el más grande de los templos. Iban a dirigirse hacia el, cuando vieron tres nativos que se dirigían hacia ellos. Caminaban despacio, apretados uno al lado del otro; luego los de los extremos se separaron un poco, y se detuvieron al mismo tiempo. El de la izquierda vestía de blanco, traía las faldas por encima de las rodillas; su piel era tostada, sus cabellos negros al igual que los ojos; no tenía barba; su rostro joven, muy joven. El de la derecha vestía una larga túnica azul; sus cabellos eran blancos, al igual que la barba; su cutis era rosado, terso y sus ojos azules. El del centro no tenía barba, tampoco pelo; la cabeza totalmente rapada; la piel bronceada; llevaba extraños atuendos puestos; vestido todo de negro; cabizbajo, con los brazos cruzados y los ojos cerrados.

Reagan se detuvo a pocos metros de ellos, a los extremos algo más atrás Gordon y Steve.

El de la barba blanca se llevo la mano derecha al corazón; el joven alzó la mano izquierda hasta la altura de la cabeza; el del centro alzó la frente, pero sin abrir los ojos.

Vamos acérquense les grito Reagan.

¡Acérquense! y les hacia gestos con las manos moviéndolas hacia si.

Los tres nativos permanecían inmóviles. El joven bajó la mano; el de la barba blanca bajó la vista y fijó sus ojos azules en el suelo.

¡Imbeciles! ¡No entienden! Somos dioses, hemos venido del cielo Y señalaba hacia arriba con el indice ¿Por que callan?

No te entienden dijo Gordon.

No es eso Gordon. ¡Míralos bien! Debían estar asombrados o asustados, y están ahí frente a nosotros con la mayor naturalidad del mundo. Sabes... Están probando fuerzas con nosotros... Eso es. Ahora van a saber quien soy yo.

Reagan, extrajo su pistola y disparó al aire: un potente rayo se elevó hacia el cielo.

Lo ven somos dioses, dominamos el rayo. Puedo destruirlos a todos. Volvió a disparar.

No tienen miedo, ¿eh? Tú, señalo al del centro que te haces el dormido. Ahora vas a ver Lo apunto con la pistola.

Fue entonces cuando el joven y el viejo, volvieron sus rostros hacia el del centro; este súbitamente abrió sus ojos: verdes. La pistola saltó de las manos de Reagan y calló a los pies del hombre del centro. Por unos instantes Reagan quedo paralizado por la sorpresa, luego reaccionó violentamente y corrió con los puños cerrados al encuentro de él. Una poderosa fuerza lo freno en seco, y su mirada quedo fija en aquellos ojos verdes; intensos. Las piernas se le aflojaron y cayó de rodillas, sin dejar de mirar sus enigmáticos ojos; que cada vez brillaban con más intensidad, con más fulgor. Hasta que repentinamente se volvieron a cerrar.

Reagan se puso de pie y se acercó a sus compañeros y después de lanzarle una mirada entupida les preguntó.

¿Que paso? ¿Quienes son ellos?

Gordon dio un paso atrás aterrorizado, Steve corrió a ocultarse tras de Gordon. Ambos temblaban de miedo. No podían crear lo que estaban viendo: Bajando las escaleras de un de los templos, ilesos, Alfredo y Richard Yerens.

Hola amigos dijo Richard Yerens sonriente.

Tu... tu... vi vo balbucio Steve.

Si vivo gracias a ellos, a sus poderes mentales.

¿Poderes mentales?

Si, así mismo. Mientras nosotros desarrollamos la técnica; ellos desarrollaron la mente.

¿Que le hicieron a Reagan? pregunto Steve.

Le crearon una amnesia temporal, cuando yo lo estime conveniente lo sacare de ese estado.

¿Tu puedes?...

Ellos me ensañaron algunas cosas.

Richard Yerens se volvió hacia Alfredo.

Entonces... Estas decidido a esperar la próxima nave.

Si me quedare. Quiero aprender de ellos, para luego regresar a la Tierra con esos conocimientos. Tal ves logremos mejorar nuestro planeta.

A lo mejor me envían nuevamente aquí.

Ojala Yerens, así regresaremos juntos.

Sabes una cosa Alfred, tengo el presentimiento, que si regresas, no vas a virar solo.

¿Qué...?

Richard Yerens sonrió y le guiño un ojo.

Hasta pronto Alfred.

Hasta pronto Yerens.

Vio como la pequeña nave se alejaba; y no sintió que un grupo de jóvenes se le acercaba, uno de ellos poniéndole la mano en el hombro le dijo.

Malba te espera.

¿A mi?

El grupo sonriente se alejó.

Alfredo se quedo solo, parado en el centro de la plaza, como si de pronto no supiera que hacer. Estaba confundido. Sentía una fuerza que lo atraía; una voz interior que lo estremecía. Desde algún punto una fuerza lo penetraba, volvió su rostro instintivamente hacia el lugar; allí estaba ella, mirándole fijamente; vio sus labios entreabrirse, pero no dijo nada: sólo el aire, que traía el rumor de un suspiro. La vio avanzar hacia el templo blanco y la siguió. Ella se detuvo y sin volverse lo cogió de la mano, y así, unidos, entraron.

No comments: