Wednesday, October 17, 2007

Ellos (Final)

‑ Me dijo que era la diadema de su padre.

‑ La... ¿Entonces? ¡Era cierto!

‑ Eso pensé yo al principio, pero ahora me surge una duda: él dijo que ellos llevaban la diadema en la frente. ¿Entonces como es posible que el tenga la diadema de su padre, cuando se supone que este debe llevarla en la frente?

‑ Si, es cierto. ¿Y la diadema: tú la viste, la tocaste? ¿Como era?

‑ ¿El diamante? Bueno... en realidad el abrió y cerró la mano muy rápido.

‑ ¿Dices que abrió y cerró la mano?

‑ Si.

‑ ¿Te das cuenta? El pretende algo de ti. ¡Helen! Vamos a jugaron en todo por el todo. Ve a verlo ahora mismo. Averigua que es lo que quiere.

‑ ¿Tu sabes que es lo que el quiere? ‑dijo ella con cierta ironía.

‑ Tu no eres tonta Helen, tu sabrás como manejarlo, sin necesidad de llegar a eso.

‑ Pero... Y si... ¿El es muy exigente?

‑ Tú sabrás arreglártela Helen. El es sólo un idiota. Un idiota venido de otro mundo.

Ella pensó en el diamante, era un idamente extraordinario, el sueño de su vida... y ahora podía materializarlo. ¡Tener un diamante!

‑ Esta bien John, lo intentaré es terrible lo que me pides pero lo intentaré

Ella entró despacio, sin hacer ruido, se acerco a la cama y comenzó a desabrocharse la bata.

‑ Wensi esta vez vengo sin rodeos ‑dijo mientras se desnudaba.

El volvió su rostro y la miró. Ella sintió que toda la sangre se le acumulaba en el rostro. El seguía mirándola con una mirada inexpresiva. Ella sentía unos temblores que recorrían su cuerpo; estaba allí inmóvil, desnuda, ante aquella mirada desolada. Al fin Wensi rompió el silencio.

‑ Puedes decirle a John que mañana hablaré con él y le diré toda la verdad.

Y luego volvió a fijar su mirada en el techo. Ella estaba roja por la ira y la vergüenza.

‑ ¡Eres un loco! Ese planeta lo has inventado tú. Es un producto de tu imaginación. Sólo allí pueden vivir esos monstruos buenazos, donde lo fundamental es la educación de los niños, donde el matrimonio es algo eterno y sagrado. ¡Ese mundo no existe! Ni tu mismo eres así. Eres un loco que te crees diferen­te a todos nosotros. En este mundo todos somos iguales. Tú no eres mejor que nadie. Sólo eres eso un loco. ¡Un loco! Y el diamante te lo robaste, porque además de loco eres ladrón. Y te voy a denunciar a la policía. Iras preso. Tu no sabes lo que es estar preso, allí nadie te va a proteger. ¡Nadie!

Comenzó a abotonarse la bata, ella tenía la vista fija en la mano cerrada de Wensi.

‑ Si me entregas el diamante no te denunciaré...

‑ Mañana lo sabrán todo. Ahora quiero estar sólo.

Estaba inmóvil, con la mirada fija, el rostro inexpresivo, parecía un muerto.

‑ Esta bien, te daremos de plazo hasta mañana.

‑ Ella salió dándole un tirón a la puerta. Ahora Wensi estaba sólo; se sentía cansado, cansado de decir mentiras; el, precisamente el, que durante toda su vida no había hecho más que decir mentiras, que había vivido engañando a los demás y engañándose a si mismo.

John estaba impaciente, al fin vio aparecer a su esposa.

‑ ¡Helen!

‑ No se pudo resistir a mí...

‑ ¿Qué...? ¿Qué dijo?

‑ No te preocupes querido, accedió a confesarlo todo mañana.

‑ ¿Cómo?

‑ Lo que oyes dice que mañana dirá toda la verdad: quién es, su misión, de donde vino, de donde sacó el diamante. ¡Todo! ¡Todo lo que quieras saber!

‑ ¡Oh, Helen! Eres maravillosa, yo sabía que tú podías, yo lo sabía. Eres estupenda.

‑ Si supieras las cosas que le tuve que soportar.

‑ No importa ya eso paso. No quiero saber nada. Olvídalo, solo piensa que mañana seremos ricos.

John la abrazó y comenzó a besarla, ella reía. Ambos fueron a la cama riendo; ella reía, reía hasta llorar.

Cuando John se levantó ya Wensi estaba vestido esperándolo.

‑ Bueno, Wensi. ¿Qué?...

‑ ELLOS vienen hoy a buscarme. Acompáñame al lugar, allí hablaremos.

‑ Voy a buscar a mi esposa.

Ella seguía acostada.

‑ Helen, vamos que ya Wensi esta listo.

‑ Yo no voy.

‑ ¿Cómo? ¿Qué dices? Ahora que hemos vencido. ¿Sabes? Dice que hoy lo vienen a buscar. Además... ¡El diamante azul!

‑ No me importa, no quiero saber nada. Estoy cansada de ti, de él, de todos... Ese hombre está loco. Todo cuánto dice es mentira. Tú eres medio idiota, ese hombre te volverá a engañar; te hará otro cuento y tú se lo creerás. Lo único que quiero es que se vaya de una vez, y que se lleve su maldito diamante.

John sin decir palabras sacó de la gaveta un revolver y se lo enseño a su esposa.

‑ Te juro que esta vez no me engañara, o lo vienen a buscar esa gente y pactan conmigo, o lo mato como un perro y le quito el diamante. Esta vez va en serio Helen, me voy a jugar el todo por el todo. ¿Vienes?

Pero ella, lo ignoró.

John se puso el revolver en la cintura y se marchó. Afuera estaba Wensi, contemplando una mariposa blanca que revoleteaba entre las flores.

‑ Vamos Wensi.

Ambos echaron a andar, caminaban en silencio. Wensi iba algo más adelantado, John le miraba de reojo y recordaba, recordaba la primera vez que lo vio, desde entonces habían transcurrido varios meses; ahora Wensi parecía otro hombre, no sabía explicarse en que consistía el cambio; pero su semblante era otro, y hasta su mirada era diferente; era otro, ensimismado, parecía tan seguro de sí, ajeno al peligro que le acechaba: John sabía que lo podía matar impunemente, nadie lo conocía, nadie sabía quién era, ni de donde venía; lo podía matar, quitarle el diamante y luego enterrar el cadáver. ¡Era un crimen perfecto!

Wensi se detuvo John se paró frente a él.

‑ Bien tú dirás.

‑ ¿Quieres saber quién soy?... Siendo yo muy pequeño, mis padres murieron en un accidente, quizás esto tenga que ver, de niño yo era muy sensible y estaba muy apegado a mis padres, cosa poco natural entre ELLOS, con la muerte de mis padres mi conducta comenzó a variar, cada vez me volvía más inquieto, más maldito... Si, me pasaba el día haciéndoles maldades a los demás y siempre estaba diciendo mentiras. De muy joven abandoné los estudios y me dediqué a deambular por las ciudades, haciendo pillerías, con el tiempo me gane el mote de "el pícaro". Me burlaba de todos, vivía fuera de todo control. Me propusieron un tratamiento de adaptación, pero yo me negué. Los consideraba a ELLOS seres estúpidos, sabía que por sus leyes y su ridícula bondad, así pensaba yo, no podían hacerme daño, y yo me divertía, es más abusaba de ELLOS. Con el tiempo me fui volviendo cruel, yo diría que sádico. Comencé a violar mujeres, a quemar industrias, hogares. En realidad quería provocarlos, que se incomodaran, que me hicieran algo; pero nada. ELLOS lo soportaban todo. Llegué al colmo de mi locura, porque en realidad estaba loco, y asesiné a uno de ELLOS. Fue entonces cuando me di cuenta, hasta donde había llegado. Por primera vez sentía el remordimiento, la soledad.

Un día asomado a la ventana vi pasar al que yo había asesinado: salí corriendo tras él, lo alcancé, lo toqué; ¡estaba vivo!, aquello era terrible, ¡me estaba volviendo loco! Ese mismo día Bi me mando a buscar; en su frente brillaba la diadema azul, la misma que tantas veces le había visto a mi padre; precisamente Bi había sido su colaborador principal, entonces llevaba una diadema roja, con la muerte de mi padre el continuó sus trabajos, y obtuvo la diadema azul. Yo lo odiaba, llevaba años planeando la forma de asesinarlo; pero cuando lo tenía cerca, no me atrevía. Si me hablaba temblaba de miedo, le temía; entonces, no sabía la razón de ese miedo; ahora lo se...

Wensi hizo silencio, sus ojos estaban húmedos, desde lo más hondo de su alma le brotaba un sentimiento cargado de remordimientos, un remordimiento transparente, cristalino; que se acumulaba en los ojos. John le miraba entre incrédulo y molesto deseoso de conocer el final. Wensi continuó.

‑ El me recordaba a mi padre, y lo peor: ¡lo que yo debía ser!... Por el supe la verdad. El mismo me había conectado un dispositivo microscópico al cerebro, por el cuál sabia todos mis pensamientos a través de un complejo sistemas cibernético que recibía las señales del dispositivo, y luego las procesaba y traducía; esa medida la había tomado el personalmente, como una protección a los demás; ya que el consejo no se decidía, ni sabían que hacer conmigo. Yo era un caso único. Hace muchos años hubo un caso parecido, trataron de curarlo pero se suicidó. De ahí que el consejo no supiera que hacer y decidió darle a Bi autoridad, para que este tomara las medidas de protección necesarias; pero sin informárselo a nadie. Sólo el conocía mis pensa­mientos. El caso del crimen se explicaba muy fácil, el dispositi­vo que llevaba conectado en el cerebro también podía producir alucinaciones, cuando deseaba realizar alguna de mis pillerías, este controlado por la computadora del sistema, me creaba un estado de alucinación donde yo creía que efectuaba dichos actos y luego me sentía convencido de su realidad, cuando, en realidad, todo no eran más que sueños. Yo creía que me burlaba de ELLOS, que los humillaba, y eran ELLOS los que se burlaban de mí. Claro que nadie sabía nada de esto, solo Bi; para ELLOS era terrible tener que tomar medidas de seguridad contra un semejante. De ahí que para esa terrible labor designaran a uno y sólo uno. Yo me sentía descubierto, humillado, ya nada me importaba. Bi me observaba. ¡Quién si no el podía conocerme! Seguramente sabía lo que yo sentía.

Fue entonces cuando el me dijo que ELLOS habían discutido la posibilidad de enviarme a otro planeta, pero sabían que ninguna civilización de la Unión Pacífica, me aceptaría y ese problema era de ELLOS y no tenían porque exportárselo a sus hermanos estelares. Alguien propuso enviarme a algún planeta que hubiese vida y que no perteneciera a la Unión Pacífica; pero esa medida les pareció demasiado cruel, ya que esos planetas son poco civi­lizados y en ellos predomina la violencia: pero si yo estaba de acuerdo el hablaría para que me enviaran a uno de esos planetas, donde abundan los pícaros, los mentirosos. Yo sentía que en el fondo de sus palabras había algo de reto, y acepté. Yo mismo, queriendo lucirme, le pedí que fuera un planeta bien malvado, con gentes pícaras y sin escrúpulos. Y ELLOS eligieron ¡la Tierra!

Antes de partir Bi me dijo que el sabía que yo volvería, que en el fondo yo era como ELLOS, aunque no quisiera admitirlo. Y me entregó la diadema de mi padre.

‑ Vine a este planeta, con la idea de burlarme de ustedes; pero, por primera vez sentí compasión por alguien; sentí la angustia, la soledad; me sentí sólo en un mundo brutal y despiadado; un mundo egoísta, lleno de odio. Y por primera vez sentí la necesidad de una sonrisa afable, de una mirada dulce; de hacer algo por los demás. Entonces lloré, porque comprendí que añoraba todo aquello que había perdido, que no supe valorar.

Wensi guardó silencio, sus ojos brillaban, las lágrimas se arremolinaban sin lograr desbordarse, respiró profundo, no quería que lo viera llorar, y continuó.

‑ Les mentí, les he dicho muchas mentiras. Mi nombre es WI y mi planeta se llama MARA que es una palabra compuesta; MA que significa amor y RA, desinterés. Para ELLOS el amor es tan natural, aman todo lo que existe y quizás hasta lo que no existe. Para ELLOS todos son iguales, no existen privilegios, ni riquezas. ¿Como pude estar tan ciego? Tuve que venir aquí para conocer la verdad, para saber su verdadero valor. ELLOS hacen todo con tanta naturalidad, hasta los más grande sacrificios...

‑ Wensi ‑era John que comenzaba a impacientarse quiero pruebas. ¿Dónde están ellos?

‑ Faltan pocos minutos para que vengan a buscarme.

‑ ¿Y tu que piensas hacer?

‑ Irme con ELLOS.

‑ ¿Y piensas irte así, sin más ni más?

‑ ¿Cómo?

‑ Lo menos que puedes hacer, en señal de agradecimiento, es convencerlos para que permanezcan unos días, y así podríamos pedirle una entrevista al presidente... y a través de mí se podrían realizar los contactos para tener relaciones diplomáticas.

‑ ELLOS nunca aceptarían tal cosa.

‑ ¿Por qué?

‑ Cuando venía hacia acá en la nave y estudiaba sus lenguas y su historia, me asaltó esa duda; pero ya tengo la respuesta: ustedes son un planeta dividido, en constantes guerras de rapiña, si hubiesen relaciones eso aumentaría los conflictos, ya que podrían utilizarnos políticamente; decir que somos aliados de tal o cuál gobierno. También se nos podría pedir una ayuda científica que después sería utilizada con fines bélicos. Y lo peor: la esperanza que surgirá en miles de ustedes, que no harán más que soñar y soñar con ir al planeta MARA, con ser favorecido por alguno de nosotros; para muchos seremos dioses, salvadores; para otros una vía de escape; y posiblemente, a la mayoría le cree un sentimiento de pequeñez, de desaliento... ¡No!, no es posible, ustedes tienen que resolver sus problemas con sus propios medios. Quizás algún día puedan formar parte del sistema galáctico UNION PACIFICA. Pero tienen que empezar por unirse aquí en la Tierra. Y entonces se asombraran de la cantidad de planetas habitados que existen en el UNIVERSO y ustedes serán uno más dentro de la gran UNION UNIVERSAL ‑Wensi mismo se asombró de sus palabras, ya no hablaba de ellos, sino de "nosotros", hablaba de la unión y él se consideraba parte de esa unión. Precisamente él: el pícaro.

Se hizo un breve silencio en el rostro de John apareció la llama de la ira.

‑ Así que te piensas ir y dejarme aquí embarcado, después de todo lo que yo he hecho por ti. Pues te equivocas. Yo he invertido mucho en ti, he perdido mucho dinero, he hecho el ridículo, te he ofrecido hasta a mi mujer. ¿Cómo crees que te voy a dejar ir así como así? ‑y diciendo esto sacó el revolver. Tú y tus amigos en cuánto aparezcan van a tener que acompañarme. ¡Estoy dispuesto a todo! ¡Me oyes! Esta es mi gran oportunidad y no la voy a perder.

Se escuchó un silbido y una luz cegadora descendió desde una nube, un cilindro lumínico se formo alrededor de Wensi.

‑ ¡Wensi! Dile a tus amigos que si no descienden te mataré. ¡Me oyes! ¡Te mataré!

‑ Adiós John.

Abrió fuego sobre aquella luz que le cegaba, disparó hasta consumir todas las balas.

‑ Adiós John ‑se volvió a escuchar la voz de Wensi‑, vuelvo a mi planeta, a MARA, y sabes porque: ¡para ser cómo ELLOS!... ¡Como ellos!

1 comment:

Blackbird said...

Me gusta lo que escribe, siga así.
Amante de la Ciencia Ficcion tambien